lunes, 3 de febrero de 2014

Agosto: una historia del ser humano

Una de las mejores escenas es la de la cena
Muy bueno tiene que ser algo para titularse Agosto y estrenarse en enero.

Hace un par de semanas comenzó a aparecer en las carteleras de nuestro cine (porque, pese a la subida de impuestos, sigue siendo nuestro) la película Agosto: dirigida por el estadounidense John Wells a partir del guion de Tracy Letts.

No había oído hablar de esta historia, pero la sala estaba llena. “¿Por qué agosto? ¿Qué significa?” pensé mientras anunciaban otras películas. Agosto es un mes caluroso, parteaguas y cíclico (pues se dan las temperaturas más altas para posterior enfriamiento con la llegada del otoño). No entendía bien el simbolismo o la metáfora de Letts. Sin embargo, enseguida me olvidé de eso. El comienzo, citando a T. S. Elliot (“la vida es muy larga”), atrapa al espectador. Bueno, no a todos, pues algunos abandonaron la sala a mitad.

Las dos horas de película se sitúan mayormente en una vieja casa de la desértica Oklahoma, donde las cortinas encierran las relaciones personales de una familia que desea dejar de serlo. La protagonista (Meryl Streep) lo borda: encarna a una enferma adicta a la medicación. Este parece un buen pretexto para decir lo que piensa, verdades dolorosas que “funambulan” entre la tragedia y la comedia. Su hermana (Margo Martindale) y su hija preferida (Julia Roberts) forman un triángulo humano en el que entran y salen otras personas (Ewan McGregor o Chris Cooper, por ejemplo). Y decimos personas y no personajes porque estos actores exteriorizan e interiorizan el texto de Letts y Wells de tal modo que los sentimientos afloran hasta palparse en el ambiente. Los diálogos, profundísimos, son cabeceras del ser humano: desde preguntas que cortésmente contestan a ofensivas obviedades (“‒¿No te han prohibido fumar?/ ‒¿A quién no deberían prohibirle fumar?”) hasta sentencias razonables (“Si conociéramos el futuro, no nos levantaríamos de la cama”). No obstante, el texto no es lo único que hace que esta historia sea única: la música (de Gustavo Santaolalla), la fotografía (de Adriano Goldman) y el simbolismo del decorado y las metáforas (el primer plano del nudo que amarra la barca de Sam Shepard, por ejemplo) se entretejen homenajeando al arte de una forma “woodyallenesca”.


Hace unos años, Amparo Baró y Carmen Machí teatralizaban en Madrid dicha trama (Agosto). Joaquín Sabina recrea el tópico que tematiza Agosto en Peor para el sol y nosotros, como espectadores y como humanos, tenemos la oportunidad de adoptar o reflexionar sobre estas relaciones que “pronto se irán para no volver”.


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