Una de las mejores escenas es la de la cena |
Muy
bueno tiene que ser algo para titularse Agosto
y estrenarse en enero.
Hace
un par de semanas comenzó a aparecer en las carteleras de nuestro cine (porque,
pese a la subida de impuestos, sigue siendo nuestro) la película Agosto: dirigida por el estadounidense
John Wells a partir del guion de Tracy Letts.
No
había oído hablar de esta historia, pero la sala estaba llena. “¿Por qué
agosto? ¿Qué significa?” pensé mientras anunciaban otras películas. Agosto es
un mes caluroso, parteaguas y cíclico (pues se dan las temperaturas más altas
para posterior enfriamiento con la llegada del otoño). No entendía bien el
simbolismo o la metáfora de Letts. Sin embargo, enseguida me olvidé de eso. El
comienzo, citando a T. S. Elliot (“la vida es muy larga”), atrapa al
espectador. Bueno, no a todos, pues algunos abandonaron la sala a mitad.
Las
dos horas de película se sitúan mayormente en una vieja casa de la desértica
Oklahoma, donde las cortinas encierran las relaciones personales de una familia
que desea dejar de serlo. La protagonista (Meryl Streep) lo borda: encarna a
una enferma adicta a la medicación. Este parece un buen pretexto para decir lo
que piensa, verdades dolorosas que “funambulan” entre la tragedia y la comedia.
Su hermana (Margo Martindale) y su hija preferida (Julia Roberts) forman un
triángulo humano en el que entran y salen otras personas (Ewan McGregor o Chris
Cooper, por ejemplo). Y decimos personas y no personajes porque estos actores
exteriorizan e interiorizan el texto de Letts y Wells de tal modo que los
sentimientos afloran hasta palparse en el ambiente. Los diálogos,
profundísimos, son cabeceras del ser humano: desde preguntas que cortésmente
contestan a ofensivas obviedades (“‒¿No te han prohibido fumar?/ ‒¿A quién no
deberían prohibirle fumar?”) hasta sentencias razonables (“Si conociéramos el
futuro, no nos levantaríamos de la cama”). No obstante, el texto no es lo único
que hace que esta historia sea única: la música (de Gustavo Santaolalla), la
fotografía (de Adriano Goldman) y el simbolismo del decorado y las metáforas
(el primer plano del nudo que amarra la barca de Sam Shepard, por ejemplo) se
entretejen homenajeando al arte de una forma “woodyallenesca”.
Hace
unos años, Amparo Baró y Carmen Machí teatralizaban en Madrid dicha trama (Agosto). Joaquín
Sabina recrea el tópico que tematiza Agosto
en Peor para el sol y nosotros, como
espectadores y como humanos, tenemos la oportunidad de adoptar o reflexionar
sobre estas relaciones que “pronto se irán para no volver”.
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