Estoy a favor y en
contra de este tipo de seminarios “Investigando en femenino”: a favor porque
considero fundamental compartir el trabajo de investigación que en esta
universidad se está llevando a cabo; y en contra porque, en mi opinión, en la separación
radica la exclusión. Es decir, soy consciente de que en la sociedad existe una
desigualdad entre hombres y mujeres, y también estoy decidido a luchar contra
esta, pero no creo que hablar de feminismo favorezca la desaparición del
machismo. Por ejemplo, en nuestro ámbito, debería hablarse de literatura.
Simplemente. ¿Por qué se imparten asignaturas que presentan en su membrete la
injusta coletilla de “…escrita por mujeres?” Es cierto que en el contexto en el
que se enmarca la historia, el silencio era impuesto para este género; no
obstante, lo idóneo, y a mi modo de ver, lo normal, es conjugar los sexos. Sin
importar si es mujer u hombre. Solo el día en que deje de existir la defensa de
la mujer, la mujer ocupará la situación que merece; hasta entonces, este parece
un buen camino (esperemos que solo temporal).
Actualmente, en México,
en la UNAM, se estudia Filología Hispánica con un Manual de Gramática histórica (elaborado por una mujer) que
ejemplifica la comunicación-acción de la siguiente manera, a partir del
lingüista Hockett: «El marido ve a su mujer poner la mesa y se prepara para ir
a comer; o bien oye a su mujer decir la comida está lista y se dirige al
comedor». El cambio pues, debe partir de la base, de las universidades.
Tristemente, México se
caracteriza por un constante machismo, ya adquirido e invisible, como los
vicios, para sus ciudadanos. Así pues, la tesis doctoral “La dimensión social
en la poesía mexicana desde 1960. Herencia, tradición y renovación en la obra
de Vicente Quirarte”, dirigida por Carmen Alemany, revisa el impacto social de
este género a partir de Vicente Quirarte. Y es que la poesía mexicana del
último siglo ha ido configurando una dimensión social a partir de los problemas
sociales, históricos y culturales del país. Las consecuencias de la Revolución
Mexicana (1910), el exilio de numerosos españoles a México tras la Guerra Civil
Española (1936-1939), las repercusiones de la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945), y, sobre todo, la matanza de Tlatelolco (1968), fueron creando un
clima de inestabilidad, denuncias y revueltas del que bebió el género literario
que nos ocupa. Durante estos años, la figura de la mujer fue escalando la
rugosa pendiente que el machismo mexicano imponía en las artes, en la expresión
y en la libertad. Así pues, los objetivos de esta investigación se centran en
la recuperación de poetas de la talla de Rosario Castellanos ‒desolada, amarga,
desesperada (Ciudad de México, 1925 ‒ Israel, 1974)‒, Ulalume González de León ‒precisa,
disertadora, lúdica (Montevideo, 1932 ‒ Querétaro, 2009)‒, Gloria Gervitz ‒abstracta,
nostálgica, retórica (Ciudad de México, 1943)‒, Elsa Cross ‒extraterrestre,
esotérica, insomne (Ciudad de México, 1946)‒, Silvia Tomasa Rivera ‒ruda, inmediate,
natural (Veracruz, 1955)‒, Verónica Volkow ‒diáfana, segura, certera (Ciudad de
México, 1955)‒, María Baranda ‒itinerante, acuática, subterránea (Ciudad de
México, 1962)‒ o Enzia Verduchi ‒ familiar, plástica, cotidiana (Italia, 1927)‒,
entre muchas otras. Además, resulta indispensable contar con el trabajo que
Elena Poniatowska (París, 1932), Margo Glantz (Ciudad de México, 1930) o Margit
Frenk (Hamburgo, 1925) han llevado a cabo sobre el género femenino en las
letras de México.
Entre algunas recientes
selecciones poéticas, Víctor Manuel Mendiola, Miguel Ángel Zapata y Miguel
Gomes, en Tigre la sed. Antología de
poesía mexicana contemporánea: 1950-2005, recopilan las voces de 37 poetas.
Solo 8 son mujeres (las que hemos mencionado con anterioridad, base de nuestro
estudio quirartiano). Del mismo modo, Elías Nandino, Salvador Encarnación y
Javier Ponce destacan a 70 poetas mexicanos del pasado siglo; 7 mujeres:
Margarita Michelena (Hidalgo, 1917 ‒ Ciudad de México, 1988), Coral Bracho
(Ciudad de México, 1951), Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954), Hilda
Bautista (Campeche, 1956) y Blanca Luz Pulido (Ciudad de México, 1956), además
de las ya citadas Rosario Castellanos (Ciudad de México, 1925 ‒ Israel, 1974) y
Verónica Volkow (Ciudad de México, 1955). Por su parte, Mario Meléndez habla de
24 poetas mexicanos en el número 28 de la revista Ómnibus (septiembre, 2009). Aquí hay 3: Tanya de Fonz (Guadalajara,
1976), Rocío Cerón (Ciudad de México, 1972) y Claudia Posadas (Ciudad de
México, 1970). Una vez analizadas, brevemente estas antologías (curiosamente
todas elaboradas por hombres) nos surgen algunas preguntas: ¿por qué hay tan
pocas poetas?; ¿tiene algo que ver que quienes recopilan las antologías sean
hombres?; ¿realmente escriben muchos más hombres que mujeres?; o ¿es cierto que
estos, por ahora primeros, lo hacen mejor para elevar el porcentaje?
Actualmente, las mujeres superan (en número) a los hombres en la mayoría de las
universidades. Esperemos que a estas listas se vayan sumando las mujeres que
aquí trabajamos, para la inclusión. No obstante, la cicatriz permanecerá:
“Cicatriz”
(Tanya de Fonz)
Para Carlos Edmundo de Ory
y Laura Lachéroy de Ory
Corro
dentro de mí
como
judía en el holocausto
como
mujer embarazada de Acteal
como
niña quemada de Hiroshima
como
poeta en el GULAG
corro
dentro de mí
me
encuentro con otros
que
también van corriendo
sin
saber a dónde vamos
a
dónde acudir
Tanya de Fonz |
en
dónde guarecer nuestras manos
nuestra
boca desdentada
nuestros
cuerpos hechos hilo
corremos
dentro de nosotros
somos
nosotros mismos quienes nos perseguimos
no
nos alcanzamos
cuando
nos alcanzamos
ya
estamos a un paso de ser nuevamente polvo
cicatriz
del alba
cicatriz
del tiempo
cicatriz
de siglos
Cicatriz
encerrada
clausurada
cicatriz
en la mejilla
golpeada
de
Dios.
Depende de todos que cicatrice antes o
después.
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