El nombre nos da vida. Y viceversa.
Mediante la expresión de las cosas, las dotamos de autonomía. Nada existe si no
se nombra. ¿O sí? Las palabras y las cosas... Y viceversa.
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Fotografía de Dani Barbas |
Juan A. Vázquez, en su último año de
rector de la Universidad de Oviedo (2007), habló de esta importancia de lo
nombrado a través de la palabra en su discurso de cierre en la investidura como
doctores honoris causa a Ángel González y Juan José Millás:
Los conceptos que les identifican a ambos y con los
que quisiéramos identificarnos son los de la palabra como motor de
conocimiento, como factor de liberación y dique ante la soledad y la incomunicación
humanas; de la palabra como elemento racionalizador de la vida; del uso de la
palabra personal, íntima, próxima y al mismo tiempo de la palabra pública,
comprometida, transformadora, concebida como instrumento para incidir desde la
palabra en la realidad, incluso sin esperanza, pero con convencimiento.
El mismo Millás ‒del cual se ha hablado
en este blog‒ disecciona este tipo de palabra en su novela El desorden de tu nombre (1988), mientras que el autor de Alguien dice tu nombre es un “motor de
conocimiento” para liberar la “soledad” y la “incomunicación humanas” de una
sociedad en destrucción, y, por ello, en construcción; ya que nada desaparece
por mucho que se le cercene: a modo de cola de lagartija, incluso en la
dictadura española de los 60 brotó un sentimiento de esperanza, unión y amor
(claves del trabajo ‒en el mejor sentido de la palabra‒).
Luis García Montero (Granada, 1958)
presentó Alguien dice tu nombre la semana pasada, el
martes 1 de octubre, en la sede de CC.OO. de Alicante. Y nombrando los temas de
la España de los años sesenta ‒época de cambios en Europa y América‒ revive una
historia de amor por la literatura y de literatura del amor. El protagonista,
León Egea ‒posible alter ego del autor‒, es un joven estudiante de Filosofía y
Letras que trabaja en Granada durante el verano de 1963 vendiendo
enciclopedias. En aquellos meses nos muestra un arte poética de la vida: en su
desamparo y en su incertidumbre, nombres tan necesarios para la sociedad.
En Alicante, Luis dijo que se acordaba
de su etapa en Granada, de su profesor de Literatura y del calor que desolaba la
vida y las ideas (no necesariamente en ese orden); también nos contó que
entonces jugaba a explicarse con tríadas de adjetivos, que ponía los nombres de
la iglesia en minúscula porque sí, y porque quería ser peculiar, como Juan
Ramón Jiménez y su política poética. Todo esto le empujó a mirar: aprender a
escribir es aprender a mirar. No se concibe una cosa sin la otra. «Otra
utilidad de la literatura: es un consuelo y una tabla de salvación» (106).
Causalmente la protagonista de la historia se llama así: Consuelo. Ella es
quien le enseña a utilizar la imaginación también para ponerse en el lugar del
otro: la de cosas que uno aprende si se detiene un poco a pensar y a empatizar.
León Egea, el joven estudiante de Filosofía y Letras que se atreve a nombrar,
no tiene suficiente con ponerse mentalmente en el lugar del otro y decide emplearse
como detective en su novelesca vida que empieza a escribir a modo de desahogo,
de “tabla de salvación”. Sin embargo:

También la novela rusa, la Francia de Georges
Brassens, y la España de Mike Ríos y las generaciones del 98 y del 27 fueron
formando un poso sobre el que se disuelven y enriquecen las ideas que presenta
este fragmento de la obra de García Montero; del cual otros artistas dicen al
respecto (tal como recoge la solapa del libro impreso ‒la negrita es mía‒):
«Tono sostenido, poderosa nostalgia, emoción
delicada que no alza la voz, poesía escueta, ceñida...» (Octavio Paz)
«Parece capaz de contarnos, y de qué manera, lo que
habíamos olvidado que sabíamos de nosotros mismos. Luis sirve para hacer
afición, [...] para acercarse a las librerías porque ha salido un nuevo libro
suyo» (Joaquín Sabina)
«Es uno de los pocos destinados a la letra grande de
la historia de la literatura» (José Carlos Mainer)
«Desde que publicó su primer libro, García Montero
ha defendido unos objetivos de invariable lucidez y ha logrado que su poesía
remita con rigor minucioso a sus ideas estéticas... Y eso lo ha aproximado a lo
que suele identificarse con un joven maestro» (José Manuel Caballero Bonald)
«Es desarmante, como tatas veces en García Montero,
la ausencia de petulancia y simultánea ansiedad por ir desgranando en murmullos, sin levantar la voz, las esquinas de una
vida particular a través de objetos y espacios recortables, que sin embargo
contienen una mirada irónica y combativa, es decir, inteligente» (Jordi Gracia,
Babelia, sobre Una forma de resistencia)
No obstante, Luisito alcanzó el nombre (con todas sus letras) a partir de su poesía. De ahí que responda de la siguiente manera a la pregunta ¿Qué dimensión social tiene la poesía?
Dedicatoria |
Sin duda el granadino lo consigue con la
tesis de esta novela: los años 60-70 fueron la base de las mejoras y los
derechos que actualmente (si nos dejan) disfrutamos en España.
Ahora entiendo por qué Luisito presentó
el libro en CC.OO.
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