Va por ti, Tere |
Amo la poesía de Joaquín Sabina. Pero
este sentimiento sería más común si el istmo uniera a todos. El sábado 11 de
abril dio uno de sus últimos conciertos en España antes de ir a México. La gira
#500nochesparaunacrisis llenó la Plaza de Toros de Valencia, aunque dio la
sensación de que se trataba más de quinientas crisis para una noche.
El sábado se respiró el ambiente de las
grandes citas. Muchos sabineros calentaban motores en la Muestra del Vino en
los Jardines del Turia mientras Pancho Varona, músico y coautor del genio ubedense
desde 1982, pedía en Twitter a los
dioses paganos que no lloviera. No lo hizo. Al menos de forma intensa. Ahí los
artistas estuvieron de diez. En ningún momento amagaron con resguardarse de un
cielo rojizo. Solo se quejó Sabina de las fotos que le hacían desde las
primeras filas.
La estructura del concierto fue la misma
que la de la actuación que tuvo lugar dos días antes, el 8 de abril, en
Alicante. Tal como lo relata Mariola Llorca en Alicante Mag,
las canciones del quinceañero disco 19
días y 500 noches («Ahora que», «Barbi Superestar», «Una canción para la
Magdalena», «Dieguitos y Mafaldas» o «A sus sesenta
y seis») precedieron a otros éxitos como «Princesa» o «Y sin embargo» (con una
Mara Barros branquial). Incluso rindió homenaje a un tal Robert Allen Zimmerman,
más conocido como Bob Dylan.
Fotografía de Jose Espinosa |
Sabina estuvo simpático, alegre y
gracioso. Me gusta más cuando habla que cuando canta. Sus letras no necesitan
musicalizarse. Ahora: si lo hacen Antonio García de Diego, Pancho Varona, Jaime
Asúa, Josemi Sagaste, Mara Barros o Pedro Barceló la percepción cambia. Se dirigió
al público en valenciano, explicando que aprendió este idioma en una escuela
mejor que la de Rita Barberá. Los dibujos que se proyectaban de fondo, creados
por el propio maestro, explicaban y animaban una actuación que nos hacía pensar
que podía ser la última.
Por eso cuesta entender que las entradas
de sus conciertos sean tan caras (unos 70 €). El espectáculo lo merece. Más aún
cuando vemos a las decenas de trabajadores que montan y desmontan el equipo. Y sin embargo, alguien que prefiere
jugarse su fortuna en el casino a dejárselo a sus hijas, podría rebajar estos abismales
precios.
Resulta triste hablar de dinero cuando estamos
ante un poeta. Quizá la causa esté en el IVA o en razones que como público y fan
desconocemos. No obstante, sus manos derecha (Pancho Varona) e izquierda
(Antonio García de Diego) ofrecen las «Noches Sabineras» entre 10 y 15 euros.
Joaquín Sabina es un grande, y no va a
dejar de serlo por estos peros. Dicen que hay que apreciar el arte sin atender
a la persona. Muchos se alejan de sus ídolos por temor a que los defrauden.
Ahora bien, cuando admiramos tanto a alguien quizá tenemos el derecho o el
deber de criticar aquello que no compartimos; siempre con el objetivo de que el
cambio todavía llegue a tiempo:
El hecho de que los conciertos de Sabina
en España se anunciaran de forma gradual nos llevó a comprar las entradas para
Valencia, cuando somos de Alicante. Podríamos habernos ahorrado el transporte,
el hotel y otros gastos.
Sabina es símbolo de compromiso. Siempre
ha defendido la democracia. Me molesta pues que se contradiga al crear ese
personaje que tanto nos apasiona. En el programa de Jordi Évole, Salvados (2010), dijo que
votó a Zapatero (10´45´´):
Mientras que en el de Risto Mejide, Viajando con Chester (2014), lo negó (20´00´´):
Quizá esto no tenga nada que ver con la
emoción que el arte nos provoca. Habrá quien rechace a Woody Allen (por
comparar a Sabina con otro maestro) desde que se casó con la hija adoptiva de su ex-pareja.
A mí me encantan sus oficios. Y me
importa acceder a sus obras.
Ojalá todo cuadrara…
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