lunes, 13 de abril de 2015

500 crisis para una noche

Va por ti, Tere
Amo la poesía de Joaquín Sabina. Pero este sentimiento sería más común si el istmo uniera a todos. El sábado 11 de abril dio uno de sus últimos conciertos en España antes de ir a México. La gira #500nochesparaunacrisis llenó la Plaza de Toros de Valencia, aunque dio la sensación de que se trataba más de quinientas crisis para una noche. 


El sábado se respiró el ambiente de las grandes citas. Muchos sabineros calentaban motores en la Muestra del Vino en los Jardines del Turia mientras Pancho Varona, músico y coautor del genio ubedense desde 1982, pedía en Twitter a los dioses paganos que no lloviera. No lo hizo. Al menos de forma intensa. Ahí los artistas estuvieron de diez. En ningún momento amagaron con resguardarse de un cielo rojizo. Solo se quejó Sabina de las fotos que le hacían desde las primeras filas.

La estructura del concierto fue la misma que la de la actuación que tuvo lugar dos días antes, el 8 de abril, en Alicante. Tal como lo relata Mariola Llorca en Alicante Mag, las canciones del quinceañero disco 19 días y 500 noches («Ahora que», «Barbi Superestar», «Una canción para la Magdalena», «Dieguitos y Mafaldas» o «A sus sesenta y seis») precedieron a otros éxitos como «Princesa» o «Y sin embargo» (con una Mara Barros branquial). Incluso rindió homenaje a un tal Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan.

Fotografía de Jose Espinosa
Sabina estuvo simpático, alegre y gracioso. Me gusta más cuando habla que cuando canta. Sus letras no necesitan musicalizarse. Ahora: si lo hacen Antonio García de Diego, Pancho Varona, Jaime Asúa, Josemi Sagaste, Mara Barros o Pedro Barceló la percepción cambia. Se dirigió al público en valenciano, explicando que aprendió este idioma en una escuela mejor que la de Rita Barberá. Los dibujos que se proyectaban de fondo, creados por el propio maestro, explicaban y animaban una actuación que nos hacía pensar que podía ser la última.

Por eso cuesta entender que las entradas de sus conciertos sean tan caras (unos 70 €). El espectáculo lo merece. Más aún cuando vemos a las decenas de trabajadores que montan y desmontan el equipo. Y sin embargo, alguien que prefiere jugarse su fortuna en el casino a dejárselo a sus hijas, podría rebajar estos abismales precios.
  
Resulta triste hablar de dinero cuando estamos ante un poeta. Quizá la causa esté en el IVA o en razones que como público y fan desconocemos. No obstante, sus manos derecha (Pancho Varona) e izquierda (Antonio García de Diego) ofrecen las «Noches Sabineras» entre 10 y 15 euros.

Joaquín Sabina es un grande, y no va a dejar de serlo por estos peros. Dicen que hay que apreciar el arte sin atender a la persona. Muchos se alejan de sus ídolos por temor a que los defrauden. Ahora bien, cuando admiramos tanto a alguien quizá tenemos el derecho o el deber de criticar aquello que no compartimos; siempre con el objetivo de que el cambio todavía llegue a tiempo:

El hecho de que los conciertos de Sabina en España se anunciaran de forma gradual nos llevó a comprar las entradas para Valencia, cuando somos de Alicante. Podríamos habernos ahorrado el transporte, el hotel y otros gastos.

Sabina es símbolo de compromiso. Siempre ha defendido la democracia. Me molesta pues que se contradiga al crear ese personaje que tanto nos apasiona. En el programa de Jordi Évole, Salvados (2010), dijo que votó a Zapatero (10´45´´):


Mientras que en el de Risto Mejide, Viajando con Chester (2014), lo negó (20´00´´):

Quizá esto no tenga nada que ver con la emoción que el arte nos provoca. Habrá quien rechace a Woody Allen (por comparar a Sabina con otro maestro) desde que se casó con la hija adoptiva de su ex-pareja.

A mí me encantan sus oficios. Y me importa acceder a sus obras.



Ojalá todo cuadrara…

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