viernes, 27 de enero de 2017

Exhumación de la fábula

Lo que hago en mis poemas es encubrir.
Javier Bello

Es un honor estar con Javier Bello en Alicante. Muchísimas gracias a Letras de Contestania (Óscar Navarro, Raúl Medina, Sara J. Trigueros y Carmen Juan) y a The October Press por la oportunidad de escuchar a uno de los más hondos poetas de Chile en la presentación de su antología Exhumación de la fábula (2016), recientemente publicada por Chamán Ediciones. Gracias, Pedro Gascón, por un reencuentro, de nuevo, aquí. Este será el primer acto que nos regala por España, pues también recorrerá Madrid (1 y 2 de febrero), Albacete (el 3) y Córdoba (el 4 de febrero).

            (Eugenio) Javier Bello (Chauriye) nació en Concepción el 25 de octubre de 1972 y es Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica por la Universidad de Chile. Publicó su primer poemario en 1987 −sí, con quince años−, La noche venenosa (Concepción: Letra Nueva), mientras que en 1989 formó parte de la antología Las plumas del colibrí. Quince años de poesía en Concepción. Ese mismo año publicó La huella del olvido. En 1992 fue becario de la Fundación Pablo Neruda; y, en 1994, con La rosa del mundo (Santiago: Lom, 1996) obtuvo el primer premio en la categoría inéditos de los «Juegos Literarios Gabriela Mistral». Entre 1997 y 1998 cursa el Doctorado en Literatura Española Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, recibiendo un accésit en el «VIII Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma» con el poemario Las jaulas, que será editado por Visor en 1998. Ocho años después, en 2006, recibe el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez por letrero de albergue; y, seguidamente, en 2007, el Premio Pablo Neruda a la trayectoria de un poeta chileno menor de 40 años. Otros libros suyos son Espejismo (Santiago: Cuadro de Tiza, 2010), Estación noche (Santiago: La calabaza del diablo, 2012) o Los grandes relatos (Santiago: Cuarto Propio, 2015). Actualmente es profesor del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
            El quinto número de la Colección Chamán ante el fuego, de la editorial que dirigen Ana Toboso y Pedro Gascón en Albacete, recoge una extensa muestra de algunos de los libros que acabamos de citar (de 1997 a 2015). La antología está seleccionada por Nicolás Labarca y ofrece las obras de la obra que interpretamos de la siguiente manera: El fulgor del vacío (1997), un canto al hueco como significado; Las jaulas (1998), la prisión de la expresión del individuo como suma, colectivo; Los pobladores del entresueño (2002), la vigilia de la creación en el fluir discursivo; letrero de albergue (2006), la historia develada ante nosotros; Espejismo (2010), el desdoblamiento al compás de la tradición; Estación noche (2012), un diálogo insomne con el arte que es la vida; Los grandes relatos (2015), la ligazón entre lo oral escrito por las lecturas genuinas; y tres poemas inéditos sobre la pérdida y la memoria del fin (la coda) que empieza en el brazo («Mano desnuda», «Mano enguantada» y «Codo»), dedicados a su amigo y poeta desaparecido Pedro Montealegre.
            La voz de Bello podría definirse como el resto del pájaro que anida en la cubierta del libro, poema-objeto de Sergio Delicado: es áspera, igual que las ramas secas que en círculo conforman un receptáculo más o menos acogedor; tiene tonos distintos, color tierra; distintas ramas señalan al cielo y al horizonte, se enlazan en la cadencia de la tradición y del pasado; es una sombra que, por su nitidez y por su pureza, ilumina lo bello que habita en lo inerte; despojo de la vida que voló; es hueso y piedra que el poeta pule oyendo el mar que la trajo; es eco: exégesis que Antonia Torres Agüero desmenuza con rigor y cuidado en el prólogo. Para la también poeta chilena, la obra de Javier Bello puede dividirse en cuatro temas, los cuales se cruzan y enhebran el significante (el nido) del pájaro telúrico no visto (el fósil). Estas cuatro partes serían la política, la metaliteratura, la identidad y la visualidad; pues, recordemos a propósito de este último rasgo que Bello está íntimamente ligado con el oficio plástico. Dice Antonia Torres:

Me parece que los poemas de Javier Bello intentan responder, de algún modo, aquellas eternas preguntas sobre la construcción de sentido que se hacen la lingüística, la filosofía y el arte. Pero lo hace prescindiendo de la codificación y de la interpretación. Lo hace sacando las cosas de su silencio, para así despertar las palabras con imágenes y a las imágenes con palabras (24).

Uno de los hilos conductores de Exhumación de la fábula es el dolor, el acercamiento y, quizá, la empatía con las víctimas, por ejemplo, de la dictadura chilena. Ahora bien, como dice Bello a la propia Torres en una completísima entrevista de 2006: «¡La literatura no sana nada! La literatura sólo aumenta tus propias angustias, las hace más perfectas». A diferencia de las generaciones anteriores, existe una preocupación mayor en el discurso, sin desatender por ello el referente o los referentes. El poeta cubre el paisaje sin paisanaje con la esencia de la historia y la naturaleza: «en ese paisaje que yo observo, que vuelvo a encontrar, que llevo dentro de mí, están las culturas que desaparecieron, las fuerzas que desparecieron, los dioses que desparecieron y están los desparecidos. Está todo ese paisaje como calco del exterminio. Yo veo los montes y siento el espíritu de los desaparecidos dentro de los volcanes, de la gente que tiraron allí adentro». Bello no busca el aplauso fácil del texto claro y directo, sino que se inclina por leer, y por tanto escribir, de otra manera: única en el panorama chileno y, seguramente, hispanoamericano. Esa cualidad distinta es la que hace aún más celebrar su publicación en España, donde últimamente priman los discursos vacíos, no sobre el hueco, sino sobre lo ya dicho y leído. Por tanto, estamos ante un motor de condensación que puede volver a calentar la fluidez poética.
            En los poemas que recoge Chamán Ediciones advertimos una estética de lo escatológico, del desecho; reiteraciones que amplían el sentido, sinestesias domésticas, en la noche insomne; un inventario de las capas del poema y una implícita influencia social de la idiosincrasia cívica que estudia Magda Sepúlveda en Ciudad quiltra. Poesía chilena (1973-2013), un trabajo fundamental sobre quienes escriben en el país andino tras el golpe de Estado de Pinochet. Encontramos paralelismos (especialmente) al inicio de verso y guiños o elementos recurrentes entre poemarios distintos que conforman, al cabo, un mismo texto. Los límites van de la prosa sin puntuación o con puntos pero minúsculas a la rima y el octosílabo (muy poco comunes) sin perder, en cualquier caso, la fluidez y el ritmo del lenguaje que palpita a la vez que los sentidos, múltiples, que el verso ofrece en todas sus formas. Así termina uno de los poemas de letrero de albergue (2006):

no sé dónde caímos, no sé cuándo quebramos los moldes para el vidrio parlante, el gran desierto que estaba preparado, el bosque y el bosquejo. entonces el retrato, a bien con su persona, rostro en la mesa naufragando, vuelve a brillar de pie sobre la tierra, salvador, allende (106)

Por otro lado, destaca la «Décima del Magnífico» (cfr. 113-118) que homenajea al autor de Muerte sin fin (1939), José Gorostiza (en el exergo), y bebe de la película de Luis Buñuel, Simón del Desierto (1965):

De noche lo escucho y huelo.

Nocturno fluir de velos.
Estío: llama en el cirio,
cascabeles en un lirio
cubierto de aguja y yelo,
perfume de oír que huelo,
lengua yerta, de oro viejo,
espuela en el entrecejo,
el oropel como ubre
lo santifica, lo encubre:
racimo en que uva es cangrejo (113).

Dicho poema pertenece a Espejismo (2010), libro que quizá podría conectar con el de Daniela Sol, Postales y Espejismos (2016), en tanto que realidad, surrealismo, absurdo y tragedia conforman el caos humano: tan veraz como inverosímil. Otras influencias explícitas (según se enumeran al final del libro) son Federico García Lorca, César Vallejo, Lezama Lima o Gonzalo Rojas, Soledad Fariña y Elvira Hernández. Hereda, me parece, la férrea naturaleza cultural de Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Violeta Parra o Raúl Zurita.             Como hiciera la narradora mexicana Cecilia Eudave en «El otro sueño de Gregorio Samsa», Bello reescribe en «Teología de K.» el inicio de la obra más famosa de Kafka:

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en una mujer atea... (193)

La religión, el mito, la oscuridad, la certeza, el sufrimiento, el silencio y el diálogo con otros textos o artes transpiran el semen de la pluma que origina el placer estético. Reconozco la complejidad de Bello. No por hermético, sino por el tremendo poeta de la historia literaria y vital que hacen del ser humano hablante capaz de escuchar las palabras de las cosas. Bello, pues, vela la realidad con el filtro del lenguaje que es la poesía, su poesía, su vida: Exhumación de la fábula, Javier Bello. Creo que son necesarios poetas y libros de tal hechura. Gracias.


En el blog Hankover vienen algunos poemas de Bello y en el siguiente video Jesús Vera recita parte de Exhumación de la fábula. Que la disfruten y que lo disfruten. Es una oportunidad tenerlo aquí: el sábado a las 12:30 h. en The October Press, Alicante. Gracias a Letras de Contestania y a Chamán Ediciones. Y, por supuesto, a Javier Bello.  

            Aunque en unas horas podremos escuchar los poemas en boca del autor, ahí va un video de la participación de Javier Bello en el Festival Internacional de Poesía de Medellín hace unos años:


Letras de Contestania grabó y colgó la presentación de Alicante:

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