viernes, 20 de enero de 2017

Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino

El silencio es un privilegio de las clases altas
Diego Sánchez Aguilar (pág. 119)

Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino (Balduque, 2016) es el libro de relatos con el que Diego Sánchez Aguilar mereció el Premio Setenil 2016. Mejor libro de relatos publicado en España. Esta tarde lo presenta en Alicante: a las 20 h. en el Ravi Café, con Ramón Bascuñana y Letras de Contestania.
            Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974) es doctor en Literatura y trabaja como profesor de Enseñanza Secundaria en La Manga del Mar Menor. Ha compaginado la poesía (Desde el vientre de la ballena, Lindero de tinieblas, Diario de las bestias blancas formando parte, además, de la antología Desde el mar a la estepa), la narrativa (integrando la muestra de El corazón delator) y el ensayo (destacando su edición crítica de la poesía de Roberto Juarroz para la editorial Cátedra: Poesía vertical).
            Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino es su primer libro de relatos. Se compone de siete cuentos (podríamos definirlos así) sobre el sexo, sus causas (divorcio) y sus consecuencias (infidelidad): a) «Comida de empresa», la manipulación del refugio rutinario; b) «Gemidos», el proyecto del amor anónimo, solapado por la realidad; c) «Cuba», prejuicios, ansiedad perezosa; d) «Vecinos», la envidia insegura y la inferioridad ciega como disección del núcleo sexual por el que giramos; e) «Injusticia», saltos temporales y de personalidad, el más complejo, una tregua; f) «Anunciación de María», como Cortázar, un segundo pensando es una historia paralela al hecho: le falta un suicidio; y g) «El perfume», la alquimia verbal de un aire plástico. La sincronía sexual (sin rostro) de la imaginación conecta descripciones, recreaciones y monólogos que requieren, con mordaz ironía, variantes del tipo «a) está alegre, pese a que no ha pasado nada relevante en su vida, pese a que [...]; b) tiene una esperanza, [...]; c) ha mirado el ordenador ya cuatro veces a lo largo del día para comprobar si Gema había dado señales» (20) y notas al pie de página (como esta que vendría justo tras la mencionada «nada relevante en su vida»):

1. Las causas que en 2012, en una sociedad occidental capitalista, suelen justificar sin más necesidad de explicación el sentimiento de alegría en un adulto son: laborales (un ascenso, una felicitación o reconocimiento, por fin, de la valía del trabajo realizado), económicas (repentino o significativo aumento de dinero), culturales (victoria de un equipo de fútbol o de un deportista nacional en competición internacional), sociales (aceptación en algún círculo de amistades provechoso y/o de mayor rango social) y amorosas (aceptación, consumación sexual, inminencia de la misma, etc.). Ninguna de ellas estaba ahora mismo en el pensamiento de Anselmo (20).

Llama la atención la sorna con la que el autor reduce lo cultural al fútbol. Destaca, asimismo, el giro inesperado de una compleja trama que es narrada con la fluidez que permite el dominio verbal. Entre los textos, ya sean protagonistas masculinos o femeninos, existen elementos comunes como la página Youporn, la playa, las ventanas de cierre Climalit, las manchas y el número 21 (que debe de ser primo, del 69). Al leer al cartagenero, nos metemos (con perdón) tanto en la historia que reímos y nos paramos por sentirnos identificados con actos que por ser tan explícitos, asépticos, cínicos y (por qué no) esdrújulos pierden el erotismo que en un principio podríamos suponer para ganar, en cambio, una profundidad psicológica, natural e instintiva. Cuenta la cábala y la cavilación. Hay ternura en lo escatológico. De este modo, retrata a los seres humanos en su soledad, «atentos, como todas las noches, a la película que menos veces han visto de las que ofrece la parrilla televisiva» (80) rodeados de sexo, de psicología, de humor y de crítica a los vicios y costumbres de una sociedad, la actual, «metástasis de la ciudad» (28), llena de complejos, cuerpos maculados −«cada vez es más difícil encontrar unas lumbares sin tatuajes» (132)−, dudas y muchas comidas de tarro causadas, en parte, por «un confuso pero nítido aleph de toda la pornografía que habitualmente veía en la Red» (66). Mediante frases breves −«Las expresiones “vamos tirando”, “con la que está cayendo” y “como están ahora las cosas” se han oído en cifras de tres números» (111)− crea una atmósfera que todos conocemos pero no nos atrevemos a decir (al menos en voz alta):

Mañana es Nochebuena. No quiere pensar en la cena de mañana. En sus silenciosos suegros, siempre fuera de lugar con su familia. En su madre llorando en la cocina, cómo se echa de menos en estas fechas a tu padre. El ventanal sigue oscureciéndose. Los coches empiezan a pasar con los faros encendidos. Mirar, desde este lado de los ventanales, el mundo silencioso y pesado de ahí afuera se parece a mirar una televisión sin voz en el rincón de un bar, en la que dan una película que reconocemos vagamente pero cuyo título hemos olvidado (10).

Con estas historias reales y verosímiles, demuestra que la narrativa puede dar voz al detalle, al tabú y a lo que nos hace humanos: la comprensión del placer.
            De ello nos hablan Samuel Jara en Rom Murcia para mostrarnos qué leen los Gallos, Pedro Pujante a través del «catálogo de la insatisfacción» que «sublima lo consuetudinario» en La Opinión de Murcia o el propio Diego Sánchez en Cadena Ser:


            Ayer estuvieron Ángel Montiel y José Alcaraz en Cartagena acompañando en la presentación de su libro a Diego Sánchez Aguilar, quien llegará esta tarde con Ramón Bascuñana al Ravi Café, a las 20 h., gracias al infatigable equipo de Letras de Contestania. El sexo es mejor acompañado. Y ruidoso. Dicen.



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