Diego Sánchez Aguilar (pág.
119)
Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino (Balduque, 2016) es el libro de relatos con el que Diego Sánchez Aguilar mereció
el Premio Setenil 2016. Mejor libro de relatos publicado en España. Esta tarde lo presenta en Alicante: a las 20 h. en el Ravi Café, con Ramón Bascuñana y Letras de Contestania.
Diego Sánchez Aguilar (Cartagena,
1974) es doctor en Literatura y trabaja como profesor de Enseñanza Secundaria
en La Manga del Mar Menor. Ha compaginado la poesía (Desde el vientre de la ballena, Lindero
de tinieblas, Diario de las bestias
blancas formando parte, además, de la antología Desde el mar a la estepa),
la narrativa (integrando la muestra de El
corazón delator) y el ensayo (destacando su edición crítica de la poesía de
Roberto Juarroz para la editorial Cátedra: Poesía vertical).
Nuevas
teorías sobre el orgasmo femenino es su primer libro de relatos. Se compone
de siete cuentos (podríamos definirlos así) sobre el sexo, sus causas
(divorcio) y sus consecuencias (infidelidad): a) «Comida de empresa», la
manipulación del refugio rutinario; b) «Gemidos», el proyecto del amor anónimo,
solapado por la realidad; c) «Cuba», prejuicios, ansiedad perezosa; d) «Vecinos»,
la envidia insegura y la inferioridad ciega como disección del núcleo
sexual por el que giramos; e) «Injusticia», saltos temporales y de
personalidad, el más complejo, una tregua; f) «Anunciación de María», como
Cortázar, un segundo pensando es una historia paralela al hecho: le falta un
suicidio; y g) «El perfume», la alquimia verbal de un aire plástico. La
sincronía sexual (sin rostro) de la imaginación conecta descripciones,
recreaciones y monólogos que requieren, con mordaz ironía, variantes del tipo «a)
está alegre, pese a que no ha pasado nada relevante en su vida, pese a que [...];
b) tiene una esperanza, [...]; c) ha mirado el ordenador ya cuatro veces a lo
largo del día para comprobar si Gema había dado señales» (20) y notas al pie de
página (como esta que vendría justo tras la mencionada «nada relevante en su
vida»):
1.
Las causas que en 2012, en una sociedad occidental capitalista, suelen
justificar sin más necesidad de explicación el sentimiento de alegría en un
adulto son: laborales (un ascenso, una felicitación o reconocimiento, por fin,
de la valía del trabajo realizado), económicas (repentino o significativo
aumento de dinero), culturales (victoria de un equipo de fútbol o de un
deportista nacional en competición internacional), sociales (aceptación en
algún círculo de amistades provechoso y/o de mayor rango social) y amorosas
(aceptación, consumación sexual, inminencia de la misma, etc.). Ninguna de
ellas estaba ahora mismo en el pensamiento de Anselmo (20).
Llama la
atención la sorna con la que el autor reduce lo cultural al fútbol. Destaca,
asimismo, el giro inesperado de una compleja trama que es narrada con la fluidez
que permite el dominio verbal. Entre los textos, ya sean protagonistas
masculinos o femeninos, existen elementos comunes como la página Youporn, la
playa, las ventanas de cierre Climalit, las manchas y el número 21 (que debe de
ser primo, del 69). Al leer al cartagenero, nos metemos (con perdón) tanto en
la historia que reímos y nos paramos por sentirnos identificados con actos que
por ser tan explícitos, asépticos, cínicos y (por qué no) esdrújulos pierden el
erotismo que en un principio podríamos suponer para ganar, en cambio, una
profundidad psicológica, natural e instintiva. Cuenta la cábala y la cavilación.
Hay ternura en lo escatológico. De este modo, retrata a los seres humanos en su
soledad, «atentos, como todas las noches, a la película que menos veces han
visto de las que ofrece la parrilla televisiva» (80) rodeados de sexo, de
psicología, de humor y de crítica a los vicios y costumbres de una sociedad, la
actual, «metástasis de la ciudad» (28), llena de complejos, cuerpos maculados −«cada
vez es más difícil encontrar unas lumbares sin tatuajes» (132)−, dudas y muchas
comidas de tarro causadas, en parte, por «un confuso pero nítido aleph de toda
la pornografía que habitualmente veía en la Red» (66). Mediante frases breves −«Las
expresiones “vamos tirando”, “con la que está cayendo” y “como están ahora las
cosas” se han oído en cifras de tres números» (111)− crea una atmósfera que
todos conocemos pero no nos atrevemos a decir (al menos en voz alta):
Mañana es Nochebuena. No quiere pensar en la cena de
mañana. En sus silenciosos suegros, siempre fuera de lugar con su familia. En
su madre llorando en la cocina, cómo se echa de menos en estas fechas a tu
padre. El ventanal sigue oscureciéndose. Los coches empiezan a pasar con los
faros encendidos. Mirar, desde este lado de los ventanales, el mundo silencioso
y pesado de ahí afuera se parece a mirar una televisión sin voz en el rincón de
un bar, en la que dan una película que reconocemos vagamente pero cuyo título
hemos olvidado (10).
Con estas
historias reales y verosímiles, demuestra que la narrativa puede dar voz al
detalle, al tabú y a lo que nos hace humanos: la comprensión del placer.
De ello nos hablan Samuel Jara en
Rom Murcia para mostrarnos qué leen los Gallos, Pedro Pujante a través del «catálogo de la insatisfacción» que «sublima lo consuetudinario» en La Opinión de Murcia o el propio Diego Sánchez en Cadena Ser:
Ayer estuvieron Ángel Montiel y José Alcaraz en Cartagena acompañando en la presentación de su libro a Diego Sánchez Aguilar, quien llegará esta tarde con Ramón Bascuñana al Ravi Café, a las 20 h., gracias al infatigable equipo de Letras de Contestania. El
sexo es mejor acompañado. Y ruidoso. Dicen.
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