El pasado mes, en marzo, Juan José
Millás publicó su último libro: La mujer
loca. “Una novela que miente, una novela de verdad” presenta la banda roja
de la editorial Seix Barral. Y es eso: un diálogo de inquietudes gramaticovitales
entre la protagonista, Julia, y el doppelgänger
(desdoblamiento) de Millás, el autor, narrador y paciente.
La novela es
complejamente sencilla, como su autor. El tema (la originalidad de la falsedad,
y viceversa), el contenido, es abstracto, filosófico, por momentos paranoico;
ahora bien, la sintaxis (o mejor, la metasintaxis), la forma, es tan clara, tan
espontáneamente perfecta, tan Millás (se podría decir ya, creando merecidamente
un estilo propio), que facilita al lector la comprensión y el seguimiento del
desnudado nudo que la literatura deshace de la locura.
En primer lugar y
siempre en tercera persona, Julia opera la lengua. Esta joven pescadera estudia
gramática para tener algo en común con su jefe, que es filólogo. En su
habitación de alquiler dialoga con palabras que, por la voz corrida, se le
presentan para pedirle remedio. El surrealismo de la escena se realiza (es
decir, se concreta tangencialmente) mediante unos diálogos teórico-prácticos
riquísimos, sobre la lengua y la vida. Algunas explicaciones servirían perfectamente
para acercar a los más pequeños conceptos de lo más adultos. Por ejemplo,
veamos un fragmento del diálogo entre una frase y Julia que define lo que es un
“sustantivo” (muchas gramáticas deberían aprender) en una de sus alucinaciones
verbales:
‒¿Qué
es un sustantivo? ‒preguntó la frase.
‒Mira
a tu alrededor […] y dime qué ves.
‒Una
mesa.
‒Pues
«mesa» es un sustantivo. ¿Qué más?
‒Un
libro.
‒Pues
«libro» es un sustantivo. ¿Qué más?
‒Una
lámpara.
‒Pues
«lámpara» es un sustantivo.
‒¿Entonces
[…], todas las cosas que veo a mi alrededor son sustantivos?
‒Así
es, amiga. Sustantivos o nombres, se dice de las dos formas.
Y esas “dos formas” adelantan al Millás
de acá y al Millás de allá que se enfrentará a su psicoanalista, Micaela, a una
enferma terminal, Emérita, y a una historia real pero inverosímil, falsa pero
verosímil, encarnada por personas porquesíes y porquenoes: “dos formas” de ser
y estar.
Emérita retoma a Carlos
Santos, el protagonista del reportaje sobre la eutanasia que en 2010 Millás
publicó en El País. La relación entre
la enferma y el periodista deja de ser una excusa para interesarse por Julia,
la mujer loca, a medida que entre ellos se gesta una familia, falsa, pero
verdadera.
A lo largo de las 238
páginas se juega con el lenguaje y la realidad, a través de guiños que
recuerdan a la (defendida por muchos) causa de la crisis («estás respirando por
encima de tus necesidades»), a la obra de Michel Foucault («No entiendo bien lo
que ocurre entre las palabras y las cosas»), al debate sobre el género y el
sexo («los sustantivos […] no tienen sexo, tienen género, que no es exactamente
lo mismo», a su monólogo protagonizado por Juan Diego («la lengua
madre») o incluso a la reciente Operación
Palace de Jordi Évole («Hay reportajes falsos mejores que los verdaderos»).
Del mismo modo, Millás nos regala símiles y sentencias sencillas que explican
temas complejos:
«De
lo primero que se quita la gente en las crisis es de la filología y del
marisco».
«eres
escritor […] porque las cosas raras te parecen normales y las normales, raras».
«El
fin de la meditación es la conquista del silencio. El silencio es el único
fenómeno de este mundo que carece de gramática».
Además, se diserta sobre temas clásicos
como el amor o la muerte. Esta última, al fin y al cabo (como diría el maestro
Joaquín Sabina), “es solo la suerte con una letra cambiada”.
Juan José Millás |
El
Diario de la vejez de Millás que se
intercala entre los veinte capítulos homenajea los articuentos que, como Gómez
de la Serna hizo con la greguería, crea Millás; no de forma casual, pues, como él
mismo dice: «las casualidades, había leído en un libro de marxismo, son en
realidad necesidades de carácter histórico».
¿“El mundo es buena” es
una oración correcta? Obviamente no. Falla la concordancia entre el sujeto
(“mundo”) y el atributo (“buena”). Sin embargo “El mundo es buena” es totalmente gramatical. Y además, es real y
cierta. El mundo (premio planeta en
2007), por citar alguna novela de Millás, es lectura obligada para conocer y
entender la literatura española actual; pero, mejor aún, en mi opinión es La mujer loca, por tres motivos que en
estas líneas he tratado de justificar: su actualidad, su realidad y su
imaginación.
Mañana, lunes 14 de abril, comienza el Club de lectura de Juan José Millás vía Facebook. Además, el programa “Página 2”
y la Cadena Ser, entre otros, han presentado recientemente
La mujer loca de Millás:
Vemos
pues que La mujer loca es una novela
(por Julia) al estilo del reportaje (por Emérita) que caracteriza a Millás (por
el costado autobiográfico). Esta tríada millesca se puede equiparar a El Quijote: por sus constantes
reflexiones metaliterarias sobre el género, por la cordura en la locura de la
protagonista y por el juego de autor, narrador y personaje: Miguel de
Cervantes, Cide Hamete Benengeli y don Quijote encarnados triplemente en
Millás.
¿Acaso no es el
lenguaje el que nos acerca la realidad? Si es que esta última (o deberíamos
decir primera) existe, pues a medida que lees La mujer loca dudas de aspectos hasta entonces indudables. Quizá
sea esta la principal riqueza del texto: sugerir preguntas.
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