martes, 15 de diciembre de 2015

Javier Marín: lo humano de su mano

Oí hablar de Javier Marín (Uruapan, Michoacán, 1962) en 2011. Me impresionó que un escultor todavía pudiera ser famoso. Este año vi unas cabezas con virutas enormes que le salían del cabello, a modo de tirabuzones exagerados. Estas formas broncíneas estaban entre el Zócalo y el Templo Mayor y siempre reunían a gente, sobre todo jóvenes, que se fotografiaba con ellas. Ahora, las tinajas humanas de Marín se anuncian en el metro, en la calle, en la radio, en la televisión…

            Sus exposiciones «Corpus: la belleza de lo imperfecto» y «La materia como idea» estarán hasta enero en el Colegio San Ildefonso y en el Palacio de Cultura Banamex – Palacio de Iturbide, respectivamente. La entrada es gratuita en este último y de 45 pesos (algo más de dos euros, casi tres en otro tiempo). No obstante, hay descuento del 50% con credencial de estudiante.
            Hay servicio de guía, pero es posible disfrutar del arte por tu cuenta. Marín creó estas formas desde 1990. Si seguimos la verticalidad transgresora, en todas ellas hay elementos comunes: ojos de mirada perdida o ciegos; grandes, como las manos desproporcionadas y desnaturalizadas, rígidas, cercanas al sufrimiento o al clímax de un placer inconsciente que el resto del cuerpo ni soporta ni muestra. Lo mejor es la relación que se establece entre las distintas cáscaras impersonales, muchas ellas vaciadas, tajadas, quebradas, sedadas, cosidas, encadenadas o en escorzo. ¿Cuándo la nuca es interesante? Desde hace poco, según el también mexicano Luigi Amara.


            Javier Marín se define como artista plástico que, en nuestra opinión, es más que visual. Aunque no hay acompañamiento sonoro, a veces el ruido del aire acondicionado acompaña la sensación de soledad social que sugieren muchas de estas escenas; incluso se puede intuir el grito o los chillidos de estos labios carnosos que pían cual pez, según puede vincular una historiadora. La mayoría de las obras de Marín son humanas, salvo el caballo doble que preside el patio del Palacio de Iturbide.
            Normalmente nos atrae saber cómo es el proceso creativo. Mucho más si es el autor quien nos enseña con cálidas imágenes el tacto, el pálpito del barro al fuego. En el siguiente video se explica cómo la escultura está viva y es humana.



            Hay un mes para ver las exposiciones: ¡corpus diem! 


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