viernes, 10 de junio de 2016

Feria del Libro de Madrid

Feria del libro
Este fin de semana termina la 75º Feria del libro de Madrid. El domingo conseguí, después de mucho tiempo, pasar un día en ella. Me sorprendió la de autores que firmaban y lo larga que era, aunque también los pocos libros que la gente compraba y las escasas actividades que se organizaron. Contaré brevemente la experiencia por si alguien está barajando ir.

            Aproveché que Villena tiene una estación de Ave para disfrutar de un servicio caro pero cómodo. De 9 a 11 leí en el tren algunos relatos de Juan José Millás, el autor que nos enseñó Maruja, nuestra profesora de Lengua desde el instituto. Al salir de Atocha, enseguida subimos hasta El Retiro.
Juan José Millás y Benjamín Prado en la Librería Antonio Machado
Elvira Lindo mira a los ojos
            Hay un hormigueo hasta la puerta de El ángel caído. Al fondo llegamos a la parte de atrás de la Feria. Esta se sitúa a ambos lados de una avenida que sitúa a más de trescientas cincuenta casetas. Todavía no hay muchos visitantes. Queda un cuarto de hora para que, a las 12 h., empiece la sesión de firmas de la mañana.
Exposición fotográfica: ¿un iceberg molar?
            Junto a la carpa de El Quijote pasea abstraído Millás. Tal como lo imaginaba. Lo asalto y le doy las gracias. Le advierto que lo buscaré más tarde. Vemos a otros autores, ya en sus casetas: Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina, Matilde Asensi, Andrés Trapiello, Manuel Vicent… Destacan los que colaboran con el grupo Prisa. Muñoz Molina, Julia Navarro e Izal son de los pocos que requieren un control que forme la cola, junto a una exposición fotográfica. El resto está bastante tranquilo.
Músicos
MM (según Elvira)
A Luis Alberto de Cuenca se
le acerca Álex de la Iglesia
            En poco tiempo puedes coincidir con muchas figuras de la narrativa y del periodismo reciente. Benjamín Prado, tan agradable, regala una plaquette; Luis Alberto de Cuenca habla de superhéroes y de Vicente Quirarte; Millás acepta un libro de este último…
            ¡Qué hambre! Nos recomiendan huir de Atocha y acercarnos a Lavapiés para no comer mal y caro. Se nos quitan las ganas de coger un autobús de estos turísticos descapotables por 21 €. La exposición de El Bosco en el Prado reúne a decenas de asiáticos, tres horas antes de que abran (o habran, dirían).
            Al entrar en el Palacio de Cristal nos encontramos con un péndulo que dibuja líneas grises en el suelo blanco. Fijándonos, vemos la Torre Latinoamericana, uno de los edificios que aguantó el terremoto de 1985 en el DF. Está invertida y se mueve en el centro de este precioso invernadero. Damián Ortega (Ciudad de México, 1967) expone su obra crítica y recopilatoria de la tecnología humana. Pienso en el significado que puede tener ese reloj mientras votan “libremente” en México.
Obra de Damián Ortega en el Palacio de Cristal
            Por la tarde es la mejor hora para visitar la Feria, dice el chispeante Neuman. Juan Cruz habla del zodiaco con las que son o van a ser abuelas. Luis Eduardo Aute dibuja en una silla incómoda, mientras Master Chef congrega a los adolescentes. Ferran Adrià está fotografiándose en la última caseta. Un mosaico de poemas y relatos breves, como concurso, homenajea a El País por sus 40 años. Más allá hay quienes patinan y hacen yoga. Las cafeterías están repletas. Apuesto a que venden más que los libreros.



            Francia era el país invitado de esta edición. Lo sé porque lo pone en la web, no porque allí hubiera algo especial que homenajeara a sus poetas, por ejemplo. Creo que merece la pena visitar la Feria, al menos un día, si es fin de semana mejor. Hay libros y autores. Está puntualmente organizada, en unos jardines muy agradables (y calurosos, conviene llevar gorra). Hay 10 % de descuento y la gente es muy maja, pero debería de imitar actividades, lecturas, presentaciones de libros o debates que se organizan en otras ferias como en México. Lo mejor es la compañía. Y los libros.

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