Feria del libro |
Este fin de
semana termina la 75º Feria del libro de Madrid. El
domingo conseguí, después de mucho tiempo, pasar un día en ella. Me sorprendió
la de autores que firmaban y lo larga que era, aunque también los pocos libros
que la gente compraba y las escasas actividades que se organizaron. Contaré
brevemente la experiencia por si alguien está barajando ir.
Aproveché que Villena tiene una
estación de Ave para disfrutar de un servicio caro pero cómodo. De 9 a 11 leí
en el tren algunos relatos de Juan José Millás, el autor que nos enseñó Maruja,
nuestra profesora de Lengua desde el instituto. Al salir de Atocha, enseguida
subimos hasta El Retiro.
Juan José Millás y Benjamín Prado en la Librería Antonio Machado |
Elvira Lindo mira a los ojos |
Hay un hormigueo hasta la puerta de
El ángel caído. Al fondo llegamos a la parte de atrás de la Feria. Esta se
sitúa a ambos lados de una avenida que sitúa a más de trescientas cincuenta
casetas. Todavía no hay muchos visitantes. Queda un cuarto de hora para que, a
las 12 h., empiece la sesión de firmas de la mañana.
Exposición fotográfica: ¿un iceberg molar? |
Junto a la carpa de El Quijote pasea
abstraído Millás. Tal como lo imaginaba. Lo asalto y le doy las gracias. Le
advierto que lo buscaré más tarde. Vemos a otros autores, ya en sus casetas:
Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina, Matilde Asensi, Andrés Trapiello, Manuel
Vicent… Destacan los que colaboran con el grupo Prisa. Muñoz Molina, Julia
Navarro e Izal son de los pocos que requieren un control que forme la cola,
junto a una exposición fotográfica. El resto está bastante tranquilo.
Músicos |
MM (según Elvira) |
A Luis Alberto de Cuenca se le acerca Álex de la Iglesia |
En poco tiempo puedes coincidir con
muchas figuras de la narrativa y del periodismo reciente. Benjamín Prado, tan
agradable, regala una plaquette; Luis
Alberto de Cuenca habla de superhéroes y de Vicente Quirarte; Millás acepta un
libro de este último…
¡Qué hambre! Nos recomiendan huir de
Atocha y acercarnos a Lavapiés para no comer mal y caro. Se nos quitan las
ganas de coger un autobús de estos turísticos descapotables por 21 €. La
exposición de El Bosco en el Prado reúne a decenas de asiáticos, tres horas
antes de que abran (o habran, dirían).
Al entrar en el Palacio de Cristal
nos encontramos con un péndulo que dibuja líneas grises en el suelo blanco.
Fijándonos, vemos la Torre Latinoamericana, uno de los edificios que aguantó el
terremoto de 1985 en el DF. Está invertida y se mueve en el centro de este
precioso invernadero. Damián Ortega (Ciudad de México, 1967) expone su obra crítica y recopilatoria de la tecnología humana. Pienso en el significado que
puede tener ese reloj mientras votan “libremente” en México.
Obra de Damián Ortega en el Palacio de Cristal |
Por la tarde es la mejor hora para
visitar la Feria, dice el chispeante Neuman. Juan Cruz habla del zodiaco con
las que son o van a ser abuelas. Luis Eduardo Aute dibuja en una silla
incómoda, mientras Master Chef congrega a los adolescentes. Ferran Adrià está
fotografiándose en la última caseta. Un mosaico de poemas y relatos breves, como concurso, homenajea a El País por sus 40 años. Más allá hay quienes patinan y hacen yoga.
Las cafeterías están repletas. Apuesto a que venden más que los libreros.
Francia era el país invitado de esta
edición. Lo sé porque lo pone en la web, no porque allí hubiera algo especial
que homenajeara a sus poetas, por ejemplo. Creo que merece la pena visitar la
Feria, al menos un día, si es fin de semana mejor. Hay libros y autores. Está
puntualmente organizada, en unos jardines muy agradables (y calurosos, conviene
llevar gorra). Hay 10 % de descuento y la gente es muy maja, pero debería de
imitar actividades, lecturas, presentaciones de libros o debates que se organizan
en otras ferias como en México. Lo mejor es la compañía. Y los libros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario