Hace una
semana... el miércoles 11 de junio, Julio Pavanetti (Uruguay, 1954) cerró el
ciclo “Alimentando lluvias 4.0” que organizó el Instituto Alicantino de Cultura
Juan Gil-Albert. No pude ver a Mario Benedetti en las muchas visitas que
realizó a la Universidad de Alicante, pero Julio Pavanetti me recordó a su entrañable
figura, recitando un “poeMario” comunicante, directo y social.
Nada de presentaciones
vacías, repeticiones de tópicos o decoraciones poéticas. Pavanetti comenzó y
acabó su presentación en Alicante de la misma manera: recitando poesía. No le
gusta explicar los poemas, así que decidió compartirlos con nosotros como mejor
se puede hacer: un autor y su obra. Trajo un par de libros suyos (La espiral del tiempo y ¡Atención! Puede contaminar), los más
recientes, publicados en España. Respondió a las preguntas que le plantearon,
sobre todo en relación al título de su última obra. Dice el uruguayo que se
queda con la explicación que le dio el profesor de la Universidad de Alicante,
Antonio Mula Franco, allí presente:
Ojalá
la poesía en general y la de este libro en particular, [sic] llegue a
contaminar a los lectores, llegue a influirles, llegue a contagiarles con su
espíritu y no sólo consiga más lectores de poesía sino que anime a muchos
poetas en potencia a conocer más sobre la misma, a internarse en sus
vericuetos, a seguir aprendiendo sobre ella y sobre cómo escribir y,
finalmente, a lanzarse a hacerlo sin cortapisas creativas.
Sin duda salimos contaminados. La hora y
media se pasó volando. Una recitación directa, sin intermediarios ni tonos
fingidos, nos hacía torcer el cuello hacia la derecha en señal de goce. Dice
Pavanetti que un buen poeta no tiene por qué ser un buen recitador, y
viceversa. Destacó el ejemplo de Neruda: un magnífico vate, pero un pésimo
orador. A mí personalmente no me parece así. Estoy de acuerdo en que escuchar
al chileno en su poema 15 de Veinte
poemas de amor y una canción desesperada puede provocar un sueño (en sus
dos acepciones, pero más, quizá, la primera) instantáneo; pero también es muy
posible que esta forma ofrezca una nueva lectura, con un filtro distinto al
esperado, sin desvirtuar por ello la realidad; sino más bien lo contrario:
ofreciéndola con pureza, genuinamente.
También
habló Pavanetti de los egos del poeta. Criticó la superioridad pretenciosa y
prepotente de aquellos que se creen hijo de musas reclusas, fuera del alcance
del resto del “pueblo”. Distinguió así una doble manera de disfrutar de los
versos: la escucha y la lectura. En compañía y en soledad, uno puede
interpretar cosas distintas. También puede ocurrir esto en coordenadas
espacio-temporales diferentes. Sucede con El
Quijote, y, por eso, con las buenas obras, con los buenos poemas en este
caso.
Bebedor
de la Generación del 27 española (en la segunda parte ‒“Versos en el viento”‒
de su reciente libro les dedica unos poemas) hay un referente que destaca sobre
el resto: Miguel Hernández. El oriolano aparece descrito e indagado en las
palabras de uruguayo. El mayúsculo Benedetti es su maestro, como dice José
Carlos Rovira en la Introducción de ¡Atención!
Puede contaminar:
Evoca
necesariamente en un texto, titulado “PoeMARIO”, a su maestro indudable de
poética conversacional, al gran Benedetti, al que recorre en fragmentos en los
días en los que nos conmovía su desaparición: Se ha roto la vértebra de la pluma/ pero permanecen calientes/ las
vocales y las consonantes. Las enseñanzas benedettianas, presentes en los
poemarios anteriores, se entremezclan con lecciones de varia procedencia en
medio de las cuales el autor quiere sobre todo seguir siendo él mismo...
Y es que la poesía de Pavanetti resuena
en las casas y en las calles en las que se crio, alrededor de versos que
describen un mundo que sin este arte (sin el arte) no tendría sentido. Los
cauces verbales de este poeta se resumen en uno de sus poemas, brevísimo:
la
palabra
es
el único que
inaudible
regresa
de los vitrales del mar
resonando.
Como
ya ocurriera con el chileno Raúl Zurita (que próximamente será investido Doctor
Honoris causa por la Universidad de Alicante), en la misma silla que esta vez
ocupa Pavanetti, se plasmaron estos versos en un post-it, para que la poesía
nos recuerde.
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