martes, 17 de junio de 2014

Julio Pavanetti y su "poeMario"



Hace una semana... el miércoles 11 de junio, Julio Pavanetti (Uruguay, 1954) cerró el ciclo “Alimentando lluvias 4.0” que organizó el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert. No pude ver a Mario Benedetti en las muchas visitas que realizó a la Universidad de Alicante, pero Julio Pavanetti me recordó a su entrañable figura, recitando un “poeMario” comunicante, directo y social.

 
Nada de presentaciones vacías, repeticiones de tópicos o decoraciones poéticas. Pavanetti comenzó y acabó su presentación en Alicante de la misma manera: recitando poesía. No le gusta explicar los poemas, así que decidió compartirlos con nosotros como mejor se puede hacer: un autor y su obra. Trajo un par de libros suyos (La espiral del tiempo y ¡Atención! Puede contaminar), los más recientes, publicados en España. Respondió a las preguntas que le plantearon, sobre todo en relación al título de su última obra. Dice el uruguayo que se queda con la explicación que le dio el profesor de la Universidad de Alicante, Antonio Mula Franco, allí presente:

Ojalá la poesía en general y la de este libro en particular, [sic] llegue a contaminar a los lectores, llegue a influirles, llegue a contagiarles con su espíritu y no sólo consiga más lectores de poesía sino que anime a muchos poetas en potencia a conocer más sobre la misma, a internarse en sus vericuetos, a seguir aprendiendo sobre ella y sobre cómo escribir y, finalmente, a lanzarse a hacerlo sin cortapisas creativas.

Sin duda salimos contaminados. La hora y media se pasó volando. Una recitación directa, sin intermediarios ni tonos fingidos, nos hacía torcer el cuello hacia la derecha en señal de goce. Dice Pavanetti que un buen poeta no tiene por qué ser un buen recitador, y viceversa. Destacó el ejemplo de Neruda: un magnífico vate, pero un pésimo orador. A mí personalmente no me parece así. Estoy de acuerdo en que escuchar al chileno en su poema 15 de Veinte poemas de amor y una canción desesperada puede provocar un sueño (en sus dos acepciones, pero más, quizá, la primera) instantáneo; pero también es muy posible que esta forma ofrezca una nueva lectura, con un filtro distinto al esperado, sin desvirtuar por ello la realidad; sino más bien lo contrario: ofreciéndola con pureza, genuinamente.

            También habló Pavanetti de los egos del poeta. Criticó la superioridad pretenciosa y prepotente de aquellos que se creen hijo de musas reclusas, fuera del alcance del resto del “pueblo”. Distinguió así una doble manera de disfrutar de los versos: la escucha y la lectura. En compañía y en soledad, uno puede interpretar cosas distintas. También puede ocurrir esto en coordenadas espacio-temporales diferentes. Sucede con El Quijote, y, por eso, con las buenas obras, con los buenos poemas en este caso.

            Bebedor de la Generación del 27 española (en la segunda parte ‒“Versos en el viento”‒ de su reciente libro les dedica unos poemas) hay un referente que destaca sobre el resto: Miguel Hernández. El oriolano aparece descrito e indagado en las palabras de uruguayo. El mayúsculo Benedetti es su maestro, como dice José Carlos Rovira en la Introducción de ¡Atención! Puede contaminar:

Evoca necesariamente en un texto, titulado “PoeMARIO”, a su maestro indudable de poética conversacional, al gran Benedetti, al que recorre en fragmentos en los días en los que nos conmovía su desaparición: Se ha roto la vértebra de la pluma/ pero permanecen calientes/ las vocales y las consonantes. Las enseñanzas benedettianas, presentes en los poemarios anteriores, se entremezclan con lecciones de varia procedencia en medio de las cuales el autor quiere sobre todo seguir siendo él mismo...



Y es que la poesía de Pavanetti resuena en las casas y en las calles en las que se crio, alrededor de versos que describen un mundo que sin este arte (sin el arte) no tendría sentido. Los cauces verbales de este poeta se resumen en uno de sus poemas, brevísimo:

De todos los ríos
la palabra
es el único que
                               inaudible
regresa de los vitrales del mar
resonando.

             

Como ya ocurriera con el chileno Raúl Zurita (que próximamente será investido Doctor Honoris causa por la Universidad de Alicante), en la misma silla que esta vez ocupa Pavanetti, se plasmaron estos versos en un post-it, para que la poesía nos recuerde.

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