La
postura de la impostura es siempre la misma: una figura rígida,
desmemoriadamente ágil e incólume (no sé muy bien ‒ni muy mal‒ qué significa
esto último, pero estoy seguro de que le viene bien a la definición: ¿será una
palabra impuesta?). Algo así puede pensar quien lee el último libro de Javier
Cercas, El impostor (Barcelona, Penguin
Random House, 2014), después de haber cambiado su óptica sobre la ficción con La mirada del documental. Memoria e
imposturas de Juan Antonio Ríos (Alicante, UA, 2014). El impostor, Enric
Marco (¿o Javier Cercas? ¿o el escritor? ¿o el profesor? ¿o todos?), dice vivir
una vida distinta a la que según la memoria histórica (valga, a priori, la
‒paradójica‒ redundancia) ha vivido. ¿Qué respuesta extraemos de todo esto? Seguramente
ninguna; pero ese es el fin del arte: la inquietud, el cuestionamiento de una
realidad en la que nos cuesta entrar si no salimos de las guías del cinismo.
El
mes pasado tuvimos un seminario de doctorandos titulado “El cine documental y
la memoria histórica”. Lo impartía Juan Antonio Ríos Carratalá, que acaba de
publicar La mirada del documental. Al
mismo tiempo, Javier Cercas desmontaba el caso Marco en El impostor. Ríos titulaba el capítulo sobre Marco como “Las
trampas de la memoria”. Cercas caía definitivamente en la trampa de escuchar al
farsante que se hizo pasar por superviviente de un campo de concentración de
la II Guerra Mundial. Ambos, Ríos y Cercas, hablan realmente de lo ficticio,
ubicando en los límites de la memoria el peligro que corre la sociedad al no
distinguir las diferencias entre Historia y Literatura, entre realidad y
ficción (si es que la segunda deja existir a la primera): «Los caminos de la investigación
y la creación confluyen en un objetivo: el cuestionamiento de nuestra identidad
frente a las múltiples tentaciones de una reafirmación» (Ríos, 2014: 24). «El
pensamiento y el arte, pensaba yo, intentan explorar lo que somos, revelando
nuestra infinita, ambigua y contradictoria variedad» (Cercas, 2014: 20).
Hagámonos
una idea del histrionismo enricmarquiano con este video de su participación en
la CNT, el 2 de julio de 1977 en Montjuit (Barcelona), interpretando esta vez
el papel de Enrique Marcos (al igual que ya hizo Alonso de Quijano con don
Quijote):
Para
Ríos, «lo fundamental en estas ocasiones no es la posibilidad de dar respuestas
contundentes [...], sino de alentar búsquedas que permitan plantear
interrogantes» (57). Para Cercas, recogiendo la cita de Gorgias en Plutarco,
«la poesía [es decir, la ficción] es un engaño, en el que quien engaña es más
honesto que quien no engaña, y quien se deja engañar más sabio que quien no se
deja engañar» (204). Así pues, como investigadores, como docentes, como
escritores... o como personas, debemos apostar por la fidelidad. Podemos
servirnos del género documental para ilustrar la historia, pero siendo
conscientes (advirtiendo, por ejemplo, al alumnado) de que no es la Historia,
sino una forma de ficción; como todo. Juan José Millás, junto a Gemma Nierga,
concluye la entrevista a Enric Marco en el Hoy por hoy
del 21 de noviembre diciéndole al delirante que su error fue usar el título de
“biografía” para su historia, y no el de “novela”. Marco antes se había
defendido con razón: «Fui un impostor y, hoy [por hoy], veo cómo se cuentan más
mentiras sobre mí de las que yo conté nunca”. Es duro, pero es real (si todavía
tenemos una idea de lo que es real y lo que no). Marco se equivocó. Y lo
reconoce. Pero nosotros también. No nos dejamos engañar (a la manera de
Gorgias), sino que creímos a pies juntillas lo que decía. ¿O acaso Ríos o
Cercas estaban seguros de que había algo falso en ese personaje?
Los
límites de la ficción (de los que habla Juanjo Payá a partir de Novelda) no son
claros, pero trabajos así, personas como Benito Bermejo (el aguafiestas que le
metió el dedo en el ojo a Marco), e interrogantes (y no tópicos reconfortantes)
son necesarios para el desarrollo de una sociedad, consciente (ojalá) de las
diferencias entre memoria e historia.
En
el “Congreso Internacional Historia y Poéticas de la Memoria: La violencia política en la representación del franquismo”
(que se celebró en la Universidad de Alicante durante los días 20, 21 y 22 de
noviembre de 2014), Ríos presentó su libro con la ponencia “Memoria y ficción:
la paradoja de un franquismo sin franquistas”, haciendo hincapié en esta idea:
«El verdadero problema surge cuando el contagio de la ficción, con la
inevitable manipulación para su conversión en un producto homologable en la
sociedad del espectáculo, afecta a la elección de nuestros objetivos como
investigadores y al tratamiento de los materiales documentales o bibliográficos».
Además
de Enric Marco, La mirada del documental
analiza a Felipe Sandoval, Francisco Boix, Robert Capa, Joaquín Delgado, Francisco
Granado, José Ramón da Cruz, Garbo o Heinz Ches. Lo mismo ocurre en El impostor con Cervantes, Faulkner,
Platón, Nietzsche, Montaigne. Ahora bien, lo de Cercas es una novela, y lo de
Ríos no. Esa es la diferencia. ¿O no?
Echo
en falta un capítulo sobre la “Operación Palace” en el libro de Ríos. Este
falso documental que Jordi Évole emitió en La Sexta el 23 de febrero de 2014
trató el golpe de Estado de 1981 ‒que ya analizó Cercas en Anatomía de un instante (Barcelona, Mondadori, 2009)‒ de una forma
peculiar. No solo ficcionalizó la historia, como vemos que acostumbramos a
hacer: hizo creer a los telespectadores que lo que durante estos treinta y tres
años nos habían contado era totalmente distinto a lo que “verdaderamente” (la
palabra que curiosamente más utilizaba Enric Marco, o el personaje que
interpretaba a Enric Marco) ocurrió. Además, el equipo de Évole grabó las
reacciones de aquellas personas que, quizá por primera vez al respecto, no se
sentían reconfortados con respuestas emocionalmente fáciles: estaban llenos de
preguntas. ¿Por qué?
«La
ira de los detractores de Jordi Évole fue propia de quien, al cabo de los años,
descubre que habla en prosa cuando creía utilizar unos elegantes alejandrinos»,
dice Ríos en el “Congreso Internacional Historia y poéticas de la Memoria”. Finalmente,
la misma “Operación Palace” se declara como un falso documental; pero, ¿qué
hubiera ocurrido sin esta última confesión? Seguramente nada o casi nada.
Estamos tan acostumbrados al regocijo del sofá en el que parecen inútiles los límites
de la ficción que no nos importa nada. Como mucho un par de tuits groseros.
La
“realidad a secas” (que, según Ríos, diría Rafael Azcona) atrae menos que la
ficción, pero es necesaria, no mata (como reitera Cercas): lo que nos aniquila
es la cómoda ingenuidad. Somos actores ante actores. “Todos somos farsantes”:
Pujemos.
Javier Cercas fue el que más ofreció por Enric Marco. “Es un personaje tuyo”,
le decía Vargas Llosa. Enric Marco fue el que más abogó por los supervivientes
del holocausto (perdón: por el kitsch,
por la industria de la memoria). “Es una historia mía”, se decía a sí mismo. Ríos
mira distinto, dice NO. El impostor al mejor postor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario