Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) es la película del mexicano Alejandro G. Iñárritu
que ha ganado cuatro Oscar recientemente (incluyendo el de mejor película y
director). Esto ya era motivo suficiente para verla. Como también lo era el
hecho de que fuera de un mexicano. Sin embargo, no me animé definitivamente a ir
al cine hasta que no leí el artículo “‘Birdman’: el montaje del director” que
Juan José Millás publicó en El País.
En este texto
(se advertía de que) se desvelaba el final de la película. No obstante, lo leí
intuyendo dónde se contaba el desenlace, y tratando de evitar aquella frase que
diera comienzo al final, a la resolución de una trama que imaginaba inesperada.
Pero de inesperada nada, en mi caso fue totalmente esperada. Esperé y esperé
aquellas palabras de las que se avisaba al principio, aquellas líneas que no
debiera leer pero que la fuerza de la curiosidad me empujaba a mirar de reojo.
No me enteré de nada. Pese a ello, no me alarmé. No me molesté. No era la
primera vez que leía veía a Millás sin saber qué decía. Pero me gustó.
Creo que es adictivo. Y releí el articuento de Millás, de pe a pa; pero nada.
Recordé entonces aquel chiste en el que un borracho molestaba siempre a sus
vecinos cuando, de madrugada, se quitaba las botas y sin cuidado las tiraba al
suelo antes de dormir. Estos se quejaron y le pidieron que no hiciera tanto
ruido la próxima vez. A la noche siguiente volvió otra vez a las tantas,
borracho, pero al lanzar la primera bota se acordó de sus vecinos; por lo que
la segunda la apoyó con delicadeza junto a la cama, sin hacer ruido. Los
vecinos de abajo se despertaron con el estruendo de la primera bota, y
esperaron. Esperaron a la segunda para dormirse ya tranquilos y seguros de no más
ruidos. Sin embargo, la espera les quitó el sueño.
Qué difícil es
contar un chiste de forma escrita. Lo siento. Espero que también lo sienta
Millás. Cuántos significados tiene el verbo esperar. Bueno. ¿Qué pasa con Birdman? Llevamos ya un par de párrafos
y no hemos dicho nada (menos y menos es más). Lo siento, me he equivocado y no
volverá a ocurrir. Eso parecía decir el poco público que se atrevió a ir al
cine de la Casa de la Cultura de Villena. Sin embargo, en mi opinión, es una
buena película. Buena en el sentido de esperar. Es decir, que cumple con las
expectativas de forma positiva. Lo mejor sin duda son las tomas en el tan
comentado plano secuencia; las técnicas cinematográficas. Todavía no me explicó
cómo la cámara no se refleja en el espejo del camerino del protagonista: un
actor que se desdobla hasta volar. No me arrepiento de ver la película Birdman. Y tampoco de leer a Millás. Me
gusta cuando alguien habla de una película (que no has visto) y no te destroza
el final (ni intentándolo). Aunque quizá Millás tenga razón y la última escena
sobre. En este caso la esperada virtud de la ignorancia me salvó de la caída.
Por cierto, al
salir del cine volví a darle una oportunidad al artículo de Millás. La última.
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