viernes, 20 de marzo de 2015

Perdiendo el Norte: de la tragedia a la farsa



El 6 de marzo se estrenó la película Perdiendo el Norte (2015), dirigida por Nacho G. Velilla: donde se caricaturiza el trabajo de la emigración de los jóvenes españoles (la generación perdida). Cuesta salir del cine: por la cantidad de gente que se anima a pagar los casi nueve euros que la promesa de la bajada del IVA todavía no merma (al menos en las grandes citas); y porque, sobre todo, el guion de Oriol Capel, David S. Olivas, Antonio Sánchez y Nacho G. Velilla te llega al corazón, que ve cuando los ojos no sienten.

            Es dura. Una comedia, si hay que catalogarla; pero dura. Hay que tratar de verla “desde el prisma de la risa”, es cierto; pero cuesta. Al menos al principio, cuando ves a dos jóvenes (quizá como tú), que forman parte de lo que los políticos llaman eufemísticamente “la generación mejor preparada”, de camino a un país frío, ajeno y lejano. Es una película necesaria, como lo fue hace unos meses La vida inesperada (2014, dirigida por Jorge Torregrosa). La crisis no supone un filón para imaginar (¿qué imaginar? Todo es cierto y verosímil, que es tristemente lo más difícil) unos conflictos vitales y sociales que todos vinculamos con un ser cercano, al menos en el pasado; pero es el tema que más presente está ahora mismo, y se agradecen estas películas que historian la Historia, tan reciente. “La memoria es muy importante”.
            La definen como la sucesora de los Ocho apellidos vascos (2014, de Emilio Martínez Lázaro) y se está hablando mucho de ella. Ahora bien: conviene verla sin antes contaminarse de secuencias o diálogos que chafan la trama, aunque el tráiler siempre es indispensable.



            Perdiendo el Norte alterna tragedia y comedia, tristeza y alegría, lo que agradece el espectador. Karl Marx decía que “la historia se repite dos veces: la primera como tragedia la segunda como farsa”. Hemos sufrido, pero hay que progresar. Necesitamos reírnos, aunque sea durante una hora y media. Tenemos que reirnos (recíprocamente), aunque nos resulte imposible al salir del cine mientras suena “Mi querida España” tras la última frase: “te estoy cogiendo un asco”.
            Julián López parece Javier Cámara de joven. José Sacristán tiene una voz que te hace sentir el estómago vacío. Y Younes Bachir tiene una cara que lo dice todo.
            Para algunos, a la película “le falta algo”. Yo creo que “le sobra algo”. Le sobra previsibilidad. Le sobran miles de parados que buscan trabajo lejos de los suyos...; y que todos ubicamos, lamentable mente.

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