El 6 de marzo se estrenó la película Perdiendo el Norte (2015), dirigida por
Nacho G. Velilla: donde se caricaturiza el trabajo de la emigración de los jóvenes españoles (la generación
perdida). Cuesta salir del cine: por la cantidad de gente
que se anima a pagar los casi nueve euros que la promesa de la bajada del IVA
todavía no merma (al menos en las grandes citas); y porque, sobre todo, el
guion de Oriol Capel, David S. Olivas, Antonio Sánchez y Nacho G. Velilla te
llega al corazón, que ve cuando los ojos no sienten.
Es
dura. Una comedia, si hay que catalogarla; pero dura. Hay que tratar de verla “desde
el prisma de la risa”, es cierto; pero cuesta. Al menos al principio, cuando
ves a dos jóvenes (quizá como tú), que forman parte de lo que los políticos
llaman eufemísticamente “la generación mejor preparada”, de camino a un país
frío, ajeno y lejano. Es una película necesaria, como lo fue hace unos meses La vida inesperada (2014, dirigida por
Jorge Torregrosa). La crisis no supone un filón para imaginar (¿qué imaginar?
Todo es cierto y verosímil, que es tristemente lo más difícil) unos conflictos
vitales y sociales que todos vinculamos con un ser cercano, al menos en el pasado;
pero es el tema que más presente está ahora mismo, y se agradecen estas
películas que historian la Historia, tan reciente. “La memoria es muy
importante”.
La
definen como la sucesora de los Ocho
apellidos vascos (2014, de Emilio Martínez Lázaro) y se está hablando mucho
de ella. Ahora bien: conviene verla sin antes contaminarse de secuencias o
diálogos que chafan la trama, aunque el tráiler siempre es indispensable.
Perdiendo el Norte alterna tragedia y
comedia, tristeza y alegría, lo que agradece el espectador. Karl Marx decía que
“la historia se repite dos veces: la primera como tragedia la segunda como
farsa”. Hemos sufrido, pero hay que progresar. Necesitamos reírnos, aunque sea durante
una hora y media. Tenemos que reirnos (recíprocamente), aunque nos resulte imposible al salir del cine mientras
suena “Mi querida España” tras la última frase: “te estoy cogiendo un asco”.
Julián
López parece Javier Cámara de joven. José Sacristán tiene una voz que te hace sentir
el estómago vacío. Y Younes Bachir tiene una cara que lo dice todo.
Para algunos, a la película “le falta algo”. Yo creo que “le sobra algo”. Le
sobra previsibilidad. Le sobran miles de parados que buscan
trabajo lejos de los suyos...; y que todos ubicamos, lamentable mente.
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