Serrat y su banda en Alicante |
Eran las nueve de la noche y la cola para las entradas sin numerar se extendía cientos de metros calle arriba. Una hora y media después el catalán hablaba de su familia, de su infancia, de la música y de todas las personas y los acontecimientos que han permitido que, después de cincuenta años, siga congregando a tanta gente. "Cançó de bressol" ("Canción de cuna") fue la primera que entonó. Pese a los problemas de sonido iniciales, poco a poco fue conectando con un público tranquilo, sonriente. No defraudó. Ni defraudaron los músicos que lo acompañaban. El gran Miralles al piano fue su escudero.
Sin apuntes, el latinoamericano de Barcelona recitaba las letras que lo han hecho famoso en medio mundo, alargando las vocales como solo él y su garganta saben hacerlo. Esa peculiar vibración de los órganos articulatorios del que ya hace tiempo que "fa vint anys que diu que fa vint anys que té vint anys" contrastan con el ímpetu y la pulsión de sus canciones más íntimas: como "Pueblo blanco", "Para la libertad" o "Lucía".
Lo mejor, lo diferente, lo que no está en los discos fueron los diálogos a una voz que nos ofrecía entre canción y canción. Dos de las mejores frases, en mi opinión, fueron estas: "Amigos que vienen de mes en mes, de dos en dos y de seis a siete" y "La mayoría de los niños son pobres y la mayoría de los pobres son niños". Estas dos ideas quizá resuman lo que ha sido, es y puede ser Serrat.
Faltaron, entre otras, algunas canciones que el público pedía con insistencia: "La saeta", "Bendita música" o"Penélope" (pese a que la crónica del diario Información la nombre al final).
Si están pensando en ir a verlo, no duden. Es un Artista. La gala que emitió en Nochebuena Televisión española (la que le impidió cantar en catalán para Eurovisión hace décadas) o la conversación con Iñaki Gabilondo pueden ser un aperitivo.
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