domingo, 11 de octubre de 2015

Serrat en México: México en Serrat


Este fin de semana Serrat estuvo en México. De nuevo. Su primer concierto en América fue en el Auditorio Che Guevara, en la UNAM, hace cuarenta y seis años. Su último en el Auditorio Nacional. Este, abarrotado, reunía la pasión que le obligó a salir hasta tres veces a despedirse. México está en Serrat.

            En 2011 vi a Serrat por primera vez. Fue en el Palacio de Minería de Ciudad de México. Lo investían Doctor Honoris Causa por la UNAM. Más tarde lo disfruté en España con el cuate Sabina. Dos pájaros de un tiro. Su gira Antología desordenada llegó a Alicante en julio de este año y, ahora, pude apreciarlo en esta casa que siente como suya: México.
Auditorio Nacional antes del Concierto
            México y Serrat son dos palabras que riman en lo más hondo. No se aprecia a simple vista; pero, si uno aplaude con fuerza cuando acaba “Pueblo blanco”, “De vez en cuando la vida” o “Mi niñez” y se levanta y alcanza a ver las almas de los mexicanos, encuentra las consonantes y las vocales juntas, iguales. Su poesía y su melodía así lo confirman. Del mismo modo que hiciera en Alicante hace unos meses, Serrat se refirió a la infancia con un retruécano que tristemente está muy presente en las calles, en el metro... en la oscuridad de México: "la mayor parte de los niños son pobres y la mayor parte de los pobres son niños".
            Sin pantallas que le recuerden una letra mediocentenaria, el latinoamericano de Barcelona explica su oficio entre canción y canción. Bromea con los piropos y responde a las peticiones con una sorpresa. Tania Libertad sube a cantar con él “Hoy por ti, mañana por mí”. El sonido es impecable, mucho mejor que en las plazas de toros. Hay más gente y, pese a que el orden y el calor no son los mismos, América destila un ánimo más respetuoso y cariñoso por el que en un par de días será investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma del Estado de México.
Audtorio Nacional justo antes del Concierto
            Esta vez sí canto “Penélope” y, a diferencia de España (donde la entrada más barata ronda los 40 euros), México ofrece boletos desde 300 pesos (algo más de dieciséis euros). La gente acompaña al cantautor. Una mujer se adelanta a sus versos. En cada tema, ella demuestra su memoria por anticipado. Finalmente, otra mujer se vuelve y le pide en un estridente octosílabo: “¡vaya al tiempo, por favor!”.
En Metro Auditorio vendían estos discos
            El catalán es un idioma que México aprende con Serrat. Unos retales de su emotiva “Cançó de Bressol” o su amortizada y “amor/taja/da” “Paraules d´amor” son la víspera del “Mediterráneo”, ese mar en el que navega la vida y la muerte. Ayotzinapa volvió a estar presente entre consignas y gritos “Para la libertad”.

            A la salida vendían playeras, discos (de vinilo incluso) y libros del maestro. El símbolo ocupa el pecho de México. Serrat respira.

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