Este fin de semana Serrat estuvo en
México. De nuevo. Su primer concierto en América fue en el Auditorio Che
Guevara, en la UNAM, hace cuarenta y seis años. Su último en el Auditorio Nacional. Este, abarrotado, reunía la pasión que le obligó a salir hasta tres
veces a despedirse. México está en Serrat.
En
2011 vi a Serrat por primera vez. Fue en el Palacio de Minería de Ciudad de
México. Lo investían Doctor Honoris Causa por la UNAM. Más tarde lo disfruté en
España con el cuate Sabina. Dos pájaros de un tiro. Su gira Antología desordenada llegó a Alicante
en julio de este año y, ahora, pude apreciarlo en esta casa que siente como
suya: México.
Auditorio Nacional antes del Concierto |
México
y Serrat son dos palabras que riman en lo más hondo. No se aprecia a simple
vista; pero, si uno aplaude con fuerza cuando acaba “Pueblo blanco”, “De vez en
cuando la vida” o “Mi niñez” y se levanta y alcanza a ver las almas de los
mexicanos, encuentra las consonantes y las vocales juntas, iguales. Su poesía y
su melodía así lo confirman. Del mismo modo que hiciera en Alicante hace unos meses, Serrat se refirió a la infancia con un retruécano que tristemente está muy presente en las calles, en el metro... en la oscuridad de México: "la mayor parte de los niños son pobres y la mayor parte de los pobres son niños".
Sin
pantallas que le recuerden una letra mediocentenaria, el latinoamericano de
Barcelona explica su oficio entre canción y canción. Bromea con los piropos y
responde a las peticiones con una sorpresa. Tania Libertad sube a cantar con él
“Hoy por ti, mañana por mí”. El sonido es impecable, mucho mejor que en las
plazas de toros. Hay más gente y, pese a que el orden y el calor no son los
mismos, América destila un ánimo más respetuoso y cariñoso por el que en un par
de días será investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma del
Estado de México.
Audtorio Nacional justo antes del Concierto |
Esta
vez sí canto “Penélope” y, a diferencia de España (donde la entrada más barata
ronda los 40 euros), México ofrece boletos desde 300 pesos (algo más de dieciséis
euros). La gente acompaña al cantautor. Una mujer se adelanta a sus versos. En
cada tema, ella demuestra su memoria por anticipado. Finalmente, otra mujer se
vuelve y le pide en un estridente octosílabo: “¡vaya al tiempo, por favor!”.
En Metro Auditorio vendían estos discos |
El
catalán es un idioma que México aprende con Serrat. Unos retales de su emotiva “Cançó
de Bressol” o su amortizada y “amor/taja/da” “Paraules d´amor” son la víspera
del “Mediterráneo”, ese mar en el que navega la vida y la muerte. Ayotzinapa
volvió a estar presente entre consignas y gritos “Para la libertad”.
A
la salida vendían playeras, discos (de vinilo incluso) y libros del maestro. El símbolo ocupa el
pecho de México. Serrat respira.
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