sábado, 3 de octubre de 2015

Eper: un crimen de raíz

El viernes 2 de octubre a las 19:30 se representó la obra de teatro Eper, de Tania Campos Thomas y dirigida por Alexandro Guerrero. El teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM se llenó para ver una función única, primera parte de la trilogía sobre la matanza de 1968: una extranjera (Nora Manneck) recrea la trágica noche, sus daños y sus aledaños.

            Al fondo del escenario vemos el edificio Chihuahua. En él detuvieron al marido de la protagonista y única actriz. La Plaza de las tres culturas se va derrumbando conforme las dificultades que Ilka arrastra desde la Segunda Guerra mundial se encuentran con una tierra llena de fresas, aunque sin raíces.
            La actriz Nora Manneck aparece a un lado, caminando. La luz marca sus pómulos. El rostro y la ropa blanca, solo contrastada con un bolso marrón que cuelga de su hombro, configuran una imagen tétrica. Tarda en hablar. Dice mucho con su cuerpo. Aprovecha la música y el mobiliario (compuesto únicamente por un banco rojo, de madera). Acompaña a la música y las voces que van irritando su vida: desde Hitler a Díaz Ordaz son causa del estruendo mental que logra transmitir a un público que solo recuerda que está ahí cuando ríe las gracias (la mayoría corporales, como decimos) y cuando aplaude enérgicamente al final.
            Es una obra cuidada, con un texto limpio que va de la ternura a la crueldad con demasiada rapidez. No obstante, la proyección de la voz no siempre acompaña a Nora. Muchas veces se pierde el monólogo, no se escucha. Sin embargo, su gestualidad recompensa estos huecos.
            Al final hay una crítica a Elena Poniatowska que no comparto. Parece que hay a quien le molesta que una mujer (no sé por qué se hace tanto hincapié en que es extranjera) escriba sobre Tlatelolco. Debe de ser una situación difícil de comprender para quien viene de fuera. Pese a las dudas últimas, incidir en esas fronteras de forma ambigua atrae a ver al segunda parte, ya en Lecumberri.

            Aunque, en mi opinión, el último dardo va dirigido erróneamente, explicar el 68 de una forma tan arriesgada ayuda a que nos acerquemos a la historia de México, conozcamos versiones no oficiales y salgamos con dudas: algo logrado solo por el arte que, lejos de reconfortar, inquieta.

1 comentario:

  1. Creo que la crítica a Poniatowska no tiene que ver con que sea extranjera, sino a que en La noche de Tlatelolco condenó al marido de la protagonista de la obra, acusándolo de traicionar al movimiento.

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