De la muchacha de al lado lo sé todo.
Vicente Quirarte
En octubre de 2014 me instalé en la
habitación interna, es decir, la que está junto al 7º C y a un par de metros
del ascensor. La construcción surgió en el Boom inmoviliario, por lo que las
paredes son delgadas y obliga a escuchar lo que ocurre al otro lado. Son
importantes las fechas para lo que denuncio, pero no las puedo concretarlas, ya
que no fui consciente hasta ahora del peligro que se vivía en la vivienda
continua (es decir, en el 7º C).
Puede que la violencia machista que
denuncio tuviera lugar antes del otoño de 2014 y durante partes del día a las
que no me referiré por estar ausente. Obviamente, solo puedo contar lo que
escuché desde que me alojo aquí por temporadas.
Durante este
tiempo, suelo pasar el día en la universidad y de 12 a 7 intento dormir, pero
no puedo. Primero escucho unos tacones, más tarde el timbre (varias veces) que
precede a dos portazos: el de entrada y el de salida. Las visitas solían durar
no más de una hora y en todas se escuchaban gemidos. Hacer el amor es bueno y
aconsejable, pero aquí se folla por dinero. ¿Por qué decimos esto? Las pistas
nos las da lo que vamos narrando.
Hubo un tiempo en el que un perro
complementaba estas prácticas, muy frecuentes sobre todo en fin de semana.
Sorprende que el animal no ladrara ante los golpes, los cristales rotos, los
gritos de socorro y las amenazas de muerte. Sí que se escuchó en alguna ocasión
el llanto de un niño.
Decíamos que el problema venía tras
el sexo. Normalmente, cada martes a eso de las 4 de la madrugada sonaba el
ascensor, paraba en el séptimo y los tacones de ella y las zapatillas de él se
unían. A veces se descalzaban juntos, pero siempre se calzaban (en su 11ª
acepción). Hablan de dinero y las palabras más repetidas suelen ser
"puta", "chupa" y "matar". ¿Quiénes son estos
individuos? No lo sabemos, Pocas veces se dirigen el uno a la otra sin
insultos. Ella alguna vez lo ha llamado Simón. Y en momentos aislados han
preguntado por Laura. Viven de alquiler y los caseros se desentienden de las
denuncias que aquí resumimos para pedir ayuda e intentar que ella no sufra más
violencia por parte de él o ellos.
Varias veces llamamos al número del
maltrato (061) y a la policía de El Campello. La Guardia Civil intentó entrar
al piso, pero ella se niega a eso y a denunciar el maltrato. Resulta
paradójico, pues cuando sufre los golpes, pide auxilio y grita "voy a
llamar a la policía"; pero una vez allí, la víctima esconde al agresor,
intercambiando los papeles.
Uno de los últimos testimonios del
perro, alertando quizá a la policía, fue cuando se escapó y la patrulla lo
intentó regresar. Ella, nuestra vecina, se acercó a nuestra puerta para
recriminarnos que llamáramos a la policía con un lenguaje ofensivo y violento,
el mismo que escucha cada noche.
Esta fue la segunda vez que
mantuvimos contacto con quien vive (si la dejan) junto a nosotros (si nos
deja). La primera fue también de noche (cómo no). Alguien (después entendimos
que se trataría de un cliente), se quedó encerrado en el ascensor. Ella
golpeaba las puertas metálicas y pedía ayuda, una vez más.
Creemos que es el momento de poner
fin a este acoso. No existe relación entre nosotros. Nos rehúye. Hemos dedicido
pues, denunciar la situación. Obviamente, nos fijamos en el agresor o los
agresores que ejercen violencia, física, sexual y psíquica con ella. Creemos
que ella ya no goza de sus facultades mentales. Ellos nunca lo hicieron. Niega
la violencia machista. Cuando se encaró con nosotros dijo que a ella le gustaba
echar un buen polvo con esa violencia. Que no nos preocupáramos por ella. ¿Cómo
pueden echar un polvo desde la distancia (pues los gritos se escuchan en
distintas zonas)? ¿Cómo puede disfrutar llorando? ¿Qué placer causan los
cristales rotos?
Hoy me
desperaron las paredes. Temblaban por los golpes de quien intentaba entrar al
piso. Se ha roto el timbre y la fuerza confirma su salvajismo a oscuras. Hoy
empleó un calificativo nuevo: "Barata". Lo repitió varias veces en su
acento extranjero. Resulta curioso que alguien se dirija de este modo a la
persona que compra.
¿Qué podemos hacer antes de que haya
una víctima más por violencia machista?
Antes eran los
martes a las 4 de la madrugada. Después los jueves y los domingo, casi al alba.
Ahora a todas horas.
Ayer la policía entró por fin en
casa de mi vecina. Ya no gritaba. Lo primero que vi de ella fueron sus pies.
Sin tacones. Salió en una camilla con el rostro rojo y las manos blancas. No se
movía. Yo sí.
Me desperté entre gritos y decidí
que esto tenía que parar(se).
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