martes, 17 de noviembre de 2015

Blanco Móvil

Un solo día basta para vivir
en la tierra en el cielo en el mar
cuando es de noche
en un mundo
fuera del mundo.
«Convoluciones II (fragmento)»
Tomás Browne Cruz

Esta tarde a las 17 h. en el Museo de la Ciudad de México se presenta la revista Blanco Móvil«tras treinta años de hacer la literatura real».

           El número 128 de esta revista literaria −pero (como el arte) también social−, dirigida por Eduardo Mosches, recoge textos poéticos y narrativos sobre la transgresión, justificando todos ellos la ruptura como continuación, en contra de las opiniones de quienes creen que ya no se puede transgredir. ¿La trasgresión llegó a su fin? ¿Se agotó? No creo. Esta revista así lo demuestra. Además, el solo hecho de negar la transgresión ya sería una transgresión, pues quebrantaríamos, vulneraríamos, infringiríamos y violaríamos el precepto del arte, del presente, de las nuevas formas, móviles.
La guerra rompe a cada rato, nos quiebra. La literatura puede invertir ese golpe. Según Eduardo Mosches en el texto que abre la publicación, «Los primeros pasos»: «el temor a la muerte, nos llega a paralizar, pero la literatura puede responder de tal forma, que posibilita superar, reelaborar, a la realidad impuesta por la fuerza de los miedos» (1). Seguidamente, Adriana Tafoya y André Cisnegro dibujan «La puerta de las transgresiones», por donde entran la poesía y el relato, los cantos y las denuncias, la creación y la investigación: la literatura, al fin y al cabo. André Cisnegro diserta sobre el término y el público que nos ocupan en «Transgresión para las masas», retomando la idea de Mosches con tres claves que resumen el contenido de este trabajo que hoy se presenta: «Ya no son tiempos para que el poeta transgreda, sin embargo la población es transgredida todos los días. La población más vulnerable es violentada» (5); «La vida es un tabú, al igual que la muerte» (6); «el acto transgresor en la poesía es el arte de “hacer vida con la vida”, y no “muerte con la muerte”» (7). La violencia y la vida dejaron de ser antónimas hace tiempo. Ahora bien, transfigurar y transgredir sí lo son todavía. Este último acto (el de transgredir) requiere un objetivo, un método y una estructura. El trabajo del escritor es previo, el lector hace el resto. Si no conocemos esta evolución de los límites, el proceso se fractura.
Puesto que la poesía está presente de viva voz en esta presentación, destacamos únicamente algunos instantes poéticos de los colaboradores:

La intrahistoria
         de Tomás Browne Cruz
La atracción
         de Hortensia Carrasco
La vida
         de Ricardo Castillo
La destrucción
         de Esaú Corona
Las huellas
         de Víctor Hugo Díaz
La maldición
         de Rocío García Rey
La carne
         de Hugo Garduño
La implica acción
         de Gloria Gómez Guzmán
El quiebro
         de Enrique González Rojo
La otredad
         de Marta Leonor González
La solidez
         de José Ángel Leyva
La naturaleza
         de Eduardo Mosches
La inviabilidad
         de Carmen Nozal
La plasticidad
         de Guadalupe Ochoa
El aviso
         de Silvia Tomasa Rivera
La voz
         de Becky Rubinstein F.
La cuestión
         de Ángel Carlos Sánchez
El repaso
         de María Elena Solórzano
La claridad
         de Ricardo Suasnavar
Y el descaro
         de Adriana Tafoya

A continuación comentaremos, de forma breve, los textos de narración y ensayo que recoge este número 128 de Blanco Móvil.
La primera vez es una transgresión. Óscar Alarcón Travolta (Puebla, 1979) en «Cero la vieja del basurero» narra la relación entre un adolescente y una vieja pordiosera, peluda y puta. «Puta», con esta palabra arranca el relato. El lenguaje de Alarcón rescata lo términos íntimos («teporocho», «argüende», «chimuelo»…), construyendo una identidad (heredera de La Tumba de José Agustín) y cuestionando los cánones de belleza (describiéndonos, sin pelos en la lengua). En la parte final, el texto se va ajustando al margen derecho, diagonalmente, simbolizando así el callejón sin salida que es la sociedad y la poca manta que la vieja le deja al joven.
Gerardo Amancio (Coahuila, 1959) recoge en «Métodos para adelgazar» las inquietudes que entre lo real y lo fantástico nos sobrepasan. La ironía y las frases breves contrastan con el discurso más cientificista: «Pasé mi propio punto de no retorno que, en aviación, describe el incremento sumado exponencialmente del impulso de la nave necesario para despegar, resultado de la fuerza de arranque y aceleración, lo cual hace imposible frenar luego de superar el pico de una curva normal. O eso creo» (13). Tal abanico de registros logra la sorpresa y la ambigüedad, los mejores aspectos del cuento, sobre todo en su final.
Por su parte, Édgar Omar Avilés (Michoacán, 1980) desvela «El remedio»: «¡no debes comulgar de nuevo! En mis prácticas de arcana alquimia he descubierto que el vino de consagrar, la “Sangre de Cristo”, no es sino sangre autentica, pero profanada; una suerte de hashish con la cual nos han sedado durante siglos. Ellos son quienes por detrás manejan las ideas, la fe y al gobierno» (16). Lo absurdo no lo es tanto cuando se explica. Quien lee a Avilés cree en ese mundo autónomo que nos circunda y que llamamos literatura.
Lazlo Moussong (Alvarado, Veracruz, 1936), en «Sobre el volcán», parte de Bajo el volcán de Malcom Lowry para cuestionar la crítica nacional: «¿Es México sujeto a la persistente acción depredadora de los propios mexicanos?» (41), llegando a la conclusión de que en la recepción de una obra influye, además del lenguaje, la dimensión que crea y sobre la que se crea. Sobre y bajo, al fin y al cabo, son preposiciones que no parapetan el texto sin estructura discursiva.
José Manuel Ríos Guerra (Hidalgo, 1980) vive «La noche de los feos» en una fiesta, analizando más la fealdad que la belleza para criticar el sexo superficial. La sátira de los defectos humanos se vale (como ocurría con Óscar Alarcón Travolta) del lenguaje popular, espontáneo y natural: rasgos también corporales. Parafraseando a José Manuel Ríos Guerra, podemos recrear un diálogo y decir que «−cogerse a chavas culeras quita puntos./ −Güey, no mames. ¡Chíngale, cabrón!» (51-52).
Iliana Vargas (Ciudad de México, 1978) imagina en «Null Track» una historia negada. ¿Por su cualidad de fantástica? No. Por su inverosimilitud, aunque lo dicho existe per se: «Podrías quedarte los próximos diez años de tu vida con una sola mujer si al sonreír no pudieras ver nada más en su rostro que sus dientes, grandes y enteros» (128). En Iliana, como es habitual en la poesía mexicana contemporánea, hormigas y perros forman una cofradía de lo posible.
María Stoopen (Ciudad de México, 1940) teje en «Cervantes transgresor» un vínculo entre la vida y la obra del escritor más universal de nuestra lengua y, como lo demuestra, Stoopen, un transgresor. Celebro que este número de la revista concluya con el origen del cambio: «para Cervantes la literatura es un laboratorio en donde experimenta haciendo mezclas, disecciones e injertos» (71). El español es un clásico que es nuestro contemporáneo, «de todos los que logran penetrar en el núcleo del problema humano» (4), diría Adriana Tafoya. He aquí pues la definición de transgresor: quien, desde el presente, cambia al resto; y viceversa.
Lo oscuro se ilumina por diversas miradas y voces. Blanco Móvil transita entre las historias que nos mueven y nos conmueven. Lo ético y lo estético son parte del mismo centro, el texto que en su transgresión permite nuevas lecturas y, por ende, escrituras. Las ilustraciones de Marcos Límenes no complementan lo escrito, sino que lo atraviesan, acercándonos esa parte de nosotros que estaba fuera.
Hoy a las 00:00 h. arranca Blanco Móvil Virtual, trabajo que acerca la revista a cualquier zona y permite eso mismo, re-verla y re-visitarla una y otra vez. Los treinta años de la publicación se celebrarán el 8 de diciembre a las 19 h. en el Palacio de Bellas Artes.
¡Felicidades!

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