en la tierra en el cielo en el mar
cuando es de noche
en un mundo
fuera del mundo.
«Convoluciones
II (fragmento)»
Tomás Browne
Cruz
Esta tarde a las 17 h. en el Museo de la Ciudad de México se presenta la revista Blanco Móvil, «tras treinta años de hacer la literatura real».
El número 128 de
esta revista literaria −pero (como el arte) también social−, dirigida por
Eduardo Mosches, recoge textos poéticos y narrativos sobre la transgresión,
justificando todos ellos la ruptura como continuación, en contra de las
opiniones de quienes creen que ya no se puede transgredir. ¿La trasgresión
llegó a su fin? ¿Se agotó? No creo. Esta revista así lo demuestra. Además, el solo
hecho de negar la transgresión ya sería una transgresión, pues quebrantaríamos,
vulneraríamos, infringiríamos y violaríamos el precepto del arte, del presente,
de las nuevas formas, móviles.
La
guerra rompe a cada rato, nos quiebra. La literatura puede invertir ese golpe.
Según Eduardo Mosches en el texto que abre la publicación, «Los primeros pasos»:
«el temor a la muerte, nos llega a paralizar, pero la literatura puede
responder de tal forma, que posibilita superar, reelaborar, a la realidad impuesta
por la fuerza de los miedos» (1). Seguidamente, Adriana Tafoya y André Cisnegro
dibujan «La puerta de las transgresiones», por donde entran la poesía y el
relato, los cantos y las denuncias, la creación y la investigación: la
literatura, al fin y al cabo. André Cisnegro diserta sobre el término y el
público que nos ocupan en «Transgresión para las masas», retomando la idea de
Mosches con tres claves que resumen el contenido de este trabajo que hoy se
presenta: «Ya no son tiempos para que el poeta transgreda, sin embargo la
población es transgredida todos los días. La población más vulnerable es
violentada» (5); «La vida es un tabú, al igual que la muerte» (6); «el acto
transgresor en la poesía es el arte de “hacer vida con la vida”, y no “muerte
con la muerte”» (7). La violencia y la vida dejaron de ser antónimas hace
tiempo. Ahora bien, transfigurar y transgredir sí lo son todavía. Este último acto
(el de transgredir) requiere un objetivo, un método y una estructura. El
trabajo del escritor es previo, el lector hace el resto. Si no conocemos esta
evolución de los límites, el proceso se fractura.
Puesto
que la poesía está presente de viva voz en esta presentación, destacamos únicamente algunos
instantes poéticos de los colaboradores:
La
intrahistoria
de Tomás Browne Cruz
La
atracción
de Hortensia Carrasco
La
vida
de Ricardo Castillo
La
destrucción
de Esaú Corona
Las
huellas
de Víctor Hugo Díaz
La
maldición
de Rocío García Rey
La
carne
de Hugo Garduño
La
implica acción
de Gloria Gómez Guzmán
El
quiebro
de Enrique González Rojo
La
otredad
de Marta Leonor González
La
solidez
de José Ángel Leyva
La
naturaleza
de Eduardo Mosches
La
inviabilidad
de Carmen Nozal
La
plasticidad
de Guadalupe Ochoa
El
aviso
de Silvia Tomasa Rivera
La
voz
de Becky Rubinstein F.
La
cuestión
de Ángel Carlos Sánchez
El
repaso
de María Elena Solórzano
La
claridad
de Ricardo Suasnavar
Y
el descaro
de Adriana Tafoya
A
continuación comentaremos, de forma breve, los textos de narración y ensayo que
recoge este número 128 de Blanco Móvil.
La primera vez es una transgresión. Óscar Alarcón
Travolta (Puebla, 1979) en «Cero la vieja del basurero» narra la relación entre
un adolescente y una vieja pordiosera, peluda y puta. «Puta», con esta palabra
arranca el relato. El lenguaje de Alarcón rescata lo términos íntimos
(«teporocho», «argüende», «chimuelo»…), construyendo una identidad (heredera de
La Tumba de José Agustín) y
cuestionando los cánones de belleza (describiéndonos, sin pelos en la lengua). En
la parte final, el texto se va ajustando al margen derecho, diagonalmente,
simbolizando así el callejón sin salida que es la sociedad y la poca manta que
la vieja le deja al joven.
Gerardo Amancio (Coahuila, 1959) recoge en «Métodos
para adelgazar» las inquietudes que entre lo real y lo fantástico nos
sobrepasan. La ironía y las frases breves contrastan con el discurso más
cientificista: «Pasé mi propio punto de no retorno que, en aviación, describe
el incremento sumado exponencialmente del impulso de la nave necesario para despegar,
resultado de la fuerza de arranque y aceleración, lo cual hace imposible frenar
luego de superar el pico de una curva normal. O eso creo» (13). Tal abanico de
registros logra la sorpresa y la ambigüedad, los mejores aspectos del cuento,
sobre todo en su final.
Por su parte, Édgar Omar Avilés (Michoacán, 1980)
desvela «El remedio»: «¡no debes comulgar de nuevo! En mis prácticas de arcana
alquimia he descubierto que el vino de consagrar, la “Sangre de Cristo”, no es
sino sangre autentica, pero profanada; una suerte de hashish con la cual nos
han sedado durante siglos. Ellos son quienes por detrás manejan las ideas, la
fe y al gobierno» (16). Lo absurdo no lo es tanto cuando se explica. Quien lee
a Avilés cree en ese mundo autónomo que nos circunda y que llamamos literatura.
Lazlo Moussong (Alvarado, Veracruz, 1936), en «Sobre
el volcán», parte de Bajo el volcán
de Malcom Lowry para cuestionar la crítica nacional: «¿Es México sujeto a la persistente
acción depredadora de los propios mexicanos?» (41), llegando a la conclusión de
que en la recepción de una obra influye, además del lenguaje, la dimensión que
crea y sobre la que se crea. Sobre y bajo, al fin y al cabo, son
preposiciones que no parapetan el texto sin estructura discursiva.
José Manuel Ríos Guerra (Hidalgo, 1980) vive «La
noche de los feos» en una fiesta, analizando más la fealdad que la belleza para
criticar el sexo superficial. La sátira de los defectos humanos se vale (como
ocurría con Óscar Alarcón Travolta) del lenguaje popular, espontáneo y natural:
rasgos también corporales. Parafraseando a José Manuel Ríos Guerra, podemos
recrear un diálogo y decir que «−cogerse a chavas culeras quita puntos./ −Güey,
no mames. ¡Chíngale, cabrón!» (51-52).
Iliana Vargas (Ciudad de México, 1978) imagina en «Null
Track» una historia negada. ¿Por su cualidad de fantástica? No. Por su
inverosimilitud, aunque lo dicho existe per se: «Podrías quedarte los próximos
diez años de tu vida con una sola mujer si al sonreír no pudieras ver nada más
en su rostro que sus dientes, grandes y enteros» (128). En Iliana, como es
habitual en la poesía mexicana contemporánea, hormigas y perros forman una
cofradía de lo posible.
María Stoopen (Ciudad de México, 1940) teje en
«Cervantes transgresor» un vínculo entre la vida y la obra del escritor más
universal de nuestra lengua y, como lo demuestra, Stoopen, un transgresor.
Celebro que este número de la revista concluya con el origen del cambio: «para
Cervantes la literatura es un laboratorio en donde experimenta haciendo
mezclas, disecciones e injertos» (71). El español es un clásico que es nuestro
contemporáneo, «de todos los que logran penetrar en el núcleo del problema
humano» (4), diría Adriana Tafoya. He aquí pues la definición de transgresor:
quien, desde el presente, cambia al resto; y viceversa.
Lo oscuro se ilumina por diversas miradas y voces. Blanco Móvil transita entre las
historias que nos mueven y nos conmueven. Lo ético y lo estético son parte del
mismo centro, el texto que en su transgresión permite nuevas lecturas y, por
ende, escrituras. Las ilustraciones de Marcos Límenes no complementan lo
escrito, sino que lo atraviesan, acercándonos esa parte de nosotros que estaba
fuera.
Hoy a las 00:00 h. arranca Blanco Móvil Virtual,
trabajo que acerca la revista a cualquier zona y permite eso mismo, re-verla y
re-visitarla una y otra vez. Los treinta años de la publicación se celebrarán
el 8 de diciembre a las 19 h. en el Palacio de Bellas Artes.
¡Felicidades!
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