
Para mí Oser Serón es un ensayo de
la autoría y la trascendencia que puede llegar a tener un texto. En constante
diálogo con el lector, Fernando de León maneja los recursos que solo la
brevedad ofrece. Es capaz de contarnos, atraparnos y escupirnos renovados. Las
diferencias espacio-temporales entre autor y lector se resumen con precisión
inglesa:
Sucede, impertinente lector, que ya estoy muerto:
sólo nos queda esta alternativa ¡Restricciones del tiempo! Ahora que escribo me
encuentro perfectamente, respiro y todo lo demás, pero sé que en el “ahora” en
que lees ya me morí. También sabemos que esta circunstancia (del que escribe ya
muerto y del lector con vida) es irrelevante, común y hasta burda (12).
La bibliofilia
como causa de la bibliofobia está presente en cada uno de los cuentos que van
relacionándose con las dudas y la ambigüedad de las buenas historias, las que
nos inquietan y se quedan en nosotros porque somos nosotros ese protagonista
que se debate a cada rato. Lo que nos dicen y lo que creemos que nos dicen no
siempre concuerdan. Inconscientemente nuestra mente lee más que nuestros ojos.
De León y Oser Serón normalizan el proceso de comprensión: «Había la frase AM
(antes de mí) y la frase PM (pasada por mí)» (28).
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Hernán Bravo Varela, Karen Chacek, Fernando de León y Mauricio Molina en Las Hormigas |
¿A quién pertenece un texto? ¿A
quien lo escribe o a quien lo lee? ¿A quien lo imagina o a quien indirectamente
sugiere la idea inicial? Juan Rulfo, Juan José Arreola o Francisco Tario, como
partes de la historia de la literatura mexicana, son autores de Oser Serón: un
palíndromo de carne y seso.
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