Balas y chocolate |
Balas y chocolate
(2015) es el último disco de Lila Downs (Heroica Ciudad de Tlaxiaco, Oaxaca,
1968). Lo
presentó ayer en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, ante diez mil
personas, muchas de ellas vestidas de catrinas y demás homenajes a la vida que
es la muerte.
Escuché por primera vez a esta
cantante mexicana en 2011. Tvunam cerraba un programa sobre las tradiciones mexicanas con su canción «Palomo del
Comalito». Ya me impactó su voz, su ritmo y su mezcla: su mezcal. Meses después
mi compañera de departamento fue a escuchar sus Pecados y milagros. Aún me arrepiento de no haber podido ir a ese
concierto. Lo mismo ocurrió hace unos meses en Cartagena, en el Festival «La mar de músicas».
Esta vez pude disfrutarla el día de muertos.
Exterior del Auditorio Nacional |
Se agotaron los boletos hace semanas.
El auditorio se llenó. Puntualmente, Lila subió a una pirámide prehispánica que
simbolizaba los altares que estos días dan color a cada rincón de la ciudad y,
sobre todo, de los pueblos. Una voz mucho más natural que en los discos se
desgarraba, inconmensurable e inmarcesible como el cempasúchil que rodeaba la
base del espectáculo. El vestuario, la iluminación y las imágenes que se
proyectaban tras los artistas narraron a México. Hubo homenajes a Chavela
Vargas, Juan Gabriel o José Alfredo Jiménez. El argentino Pedro Aznar y la
mexicana, nominada a los Grammy, Aidita Cuevas, sorprendieron a los que ya no
podían vitorear ni pedir más canciones. «Humito de Copal» o «La Patria Madrina»
fueron, en mi opinión, las que con más fuerza sonaron; sin contar, obviamente,
con «La Llorona»: que enmudeció a todos, a los presentes y a los, por norma,
ausentes. La danza de las distintas zonas de la República y el paseo entre el
público de la cantante demostraron que la pirámide es más extensa que alta.
México despide a Lila Downs |
Algunas de las más fervientes
seguidoras echaron en falta que sonara «Calaveras» o «Agua de rosas». Ya hay
pretexto pues para volver a verla.
Es de agradecer que estos
conciertos, a diferencia de España, cuenten con entradas de muy diversos
precios. Las balas se tiñeron de chocolate, nada espeso y con mucha leche. La
pasión de la oaxaqueña hizo que México temblara.
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