lunes, 2 de noviembre de 2015

Balas y chocolate

Balas y chocolate
Balas y chocolate (2015) es el último disco de Lila Downs (Heroica Ciudad de Tlaxiaco, Oaxaca, 1968). Lo presentó ayer en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, ante diez mil personas, muchas de ellas vestidas de catrinas y demás homenajes a la vida que es la muerte.

            Escuché por primera vez a esta cantante mexicana en 2011. Tvunam cerraba un programa sobre las tradiciones mexicanas con su canción «Palomo del Comalito». Ya me impactó su voz, su ritmo y su mezcla: su mezcal. Meses después mi compañera de departamento fue a escuchar sus Pecados y milagros. Aún me arrepiento de no haber podido ir a ese concierto. Lo mismo ocurrió hace unos meses en Cartagena, en el Festival «La mar de músicas». Esta vez pude disfrutarla el día de muertos.  
Exterior del Auditorio Nacional
            Se agotaron los boletos hace semanas. El auditorio se llenó. Puntualmente, Lila subió a una pirámide prehispánica que simbolizaba los altares que estos días dan color a cada rincón de la ciudad y, sobre todo, de los pueblos. Una voz mucho más natural que en los discos se desgarraba, inconmensurable e inmarcesible como el cempasúchil que rodeaba la base del espectáculo. El vestuario, la iluminación y las imágenes que se proyectaban tras los artistas narraron a México. Hubo homenajes a Chavela Vargas, Juan Gabriel o José Alfredo Jiménez. El argentino Pedro Aznar y la mexicana, nominada a los Grammy, Aidita Cuevas, sorprendieron a los que ya no podían vitorear ni pedir más canciones. «Humito de Copal» o «La Patria Madrina» fueron, en mi opinión, las que con más fuerza sonaron; sin contar, obviamente, con «La Llorona»: que enmudeció a todos, a los presentes y a los, por norma, ausentes. La danza de las distintas zonas de la República y el paseo entre el público de la cantante demostraron que la pirámide es más extensa que alta.
México despide a Lila Downs
            Algunas de las más fervientes seguidoras echaron en falta que sonara «Calaveras» o «Agua de rosas». Ya hay pretexto pues para volver a verla.

            Es de agradecer que estos conciertos, a diferencia de España, cuenten con entradas de muy diversos precios. Las balas se tiñeron de chocolate, nada espeso y con mucha leche. La pasión de la oaxaqueña hizo que México temblara.


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