El
viernes pasado Benito Elías García-Valero presentó su libro La magia cuántica de Haruki Murakami (Verbum, 2015) junto a Ramón Llorens en
la librería Pynchon&Co.
¿Qué relación tienen la física cuántica y el realismo
mágico en la obra de uno de los escritores japoneses más importantes?
La
magia cuántica de Haruki Murakami. Las novelas del autor y la ciencia: ficción,
era digital y física cuántica continúa la línea de trabajo que planteó
Benito en su tesis doctoral.
El prólogo es de Carlos Rubio, quien, entre otras cosas, logra definir brevemente etiquetas tan amplias como literatura y ciencia: «La relación
entre literatura ‒esa mentirosa verdad de la existencia humana‒ y la ciencia ‒el
mito moderno más sacrosanto‒ es un terreno espinoso y escarpado, pero el autor
de este libro lo recorre en sus páginas con paso firme y bien equipado» (14).
Cinco capítulos van desmenuzando a Murakami (Kōbe, 1949), la crisis de la
crítica hasta la paramodernidad, sus axiomas digitales, la mágica cuántica y
las posibilidades de realismo mágico en la narrativa del escritor japonés. Los
anexos explican de forma clara conceptos normalmente alejados de la crítica
literaria: el vacío cuántico, la no-localidad, el principio de incertidumbre y
la teoría de los universos paralelos o multiversos, la solución de la Escuela
de Copenhague, la teoría del realismo agencial de Barad y la objetividad débil.
Varios detalles de este libro nos
sorprendieron especialmente. ¿Hay conexión entre la ficción y la no ficción?:
la «comparación de sus héroes con jugadores de videojuegos adquiere sentido en
el mundo de Murakami y en el real» (29). Por otro lado (o no), walkman generation identifica «a una
juventud capaz de interactuar mejor con los objetos pasivos» (38). El libro,
queda comprobado, no es un objeto pasivo. La sociedad individual (cfr. 114)
que frecuentan y persiguen muchos adolescentes es un problema que atañe a
Murakami: «si podemos encontrar posiciones subjetivas entre los nudos de las
diferentes representaciones del mundo, se debe a que el sujeto está en
constante intercambio de información con los “Otros” y su entorno, y se
favorece la disolución de fronteras entre los mismos individuos» (85). En este
sentido, Lipovetsky se refiere al «deseo y dolor de estar solo» (137).
Se ha considerado a Murakami un
autor poco comprometido socialmente con el Japón y los problemas de su época
(que también es la nuestra). Sin embargo, Elías demuestra que «con el tiempo,
Murakami llegará a incluir en sus producciones la política y la historia, si
bien es cierto que desde un posicionamiento posmoderno afín a la ironía y a la
parodia en lugar de la denuncia explícita» (88). ¿Qué es social? ¿Qué no lo es?
Es otra la forma de contrariar la versión oficial, el escritor japonés «abre “agujeros”
o “puertas” en las novelas hacia episodios polémicos de la historia japonesa,
como las operaciones durante la Segunda Guerra Mundial, y también pone en
evidencia a la sociedad instituida en la burbuja inmobiliaria de los años
ochenta o la vacuidad de ideales en los líderes de las revueltas de la década
de los sesenta» (202).
Otro de los hilos conductores de
este trabajo son los poderes fácticos (cfr. 31, 53, 118-119). Murakami «erige
una denuncia contra los poderes homogeneizadores de nuestro mundo, aupados por
los medios de comunicación de masas» (205).
Ramón Llorens y Benito Elías presentando el libro en Pynchon&Co |
Una polémica que concierne a Benito
Elías y a Ramón Llorens es la del realismo mágico en Murakami (cfr. 184, 195-197).
¿Realmente se da el mismo realismo mágico de Juan Rulfo o Gabriel García
Márquez en La caza del carnero salvaje,
El fin del mundo y un despiadado país de
las maravillas, Crónica del pájaro
que da cuerda al mundo, Kafka en la
orilla o 1Q84? Es cierto que
existe «en Murakami la irrupción de lo extraño en la cotidianeidad ficcional»
(184), sin embargo, estos hechos inusuales implican una sorpresa y un choque
ausente en Comala o Macondo. «Que un personaje pueda hablar con los gatos no
genera realismo mágico si la anécdota no viene convenientemente presentada por
una ficción verosimilizadora y una naturalización del hecho insólito» (195).
Filosofía, ciencia, antropología y
literatura se conjugan en La magia
cuántica de Haruki Murakami, un ejemplo de que leer, investigar y enseñar no
tienen límites.
El último párrafo antes de las
conclusiones resume, en mi opinión, el estudio de Elías sobre Murakami:
Sus obras carecen de la coherencia global de los
precedentes magicorrealistas pero hablan de una realidad cuya última naturaleza
pertenece al ámbito de la divinidad, entendida aquí como supremo enigma
incognoscible. Sabedor de ello, el autor japonés se lanza a crear mundos
ansiolíticos que expliquen las deshumanizadoras consecuencias derivadas de un
individualismo atroz en un universo, aparentemente, desconectado (200).
La
última frase es para ponerla como ejercicio de análisis sintáctico (y
semántico) en selectividad. Cada palabra retoma de manera precisa los cabos de
la madeja literario-mágico-cuántica.
En definitiva, un tema arduo y
lejano para muchos se describe con claridad y con una documentación que
sostiene y confirma la teoría que practica Benito, lector de Murakami en su
lengua original, tal como señalan las notas a pie de página en japonés. Además
de lo riguroso y sugerente que resulta el libro, Benito Elías y Ramón Llorens
ofrecieron, hace una semana en Pynchon, otra forma de leer y de comunicar.
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