El sábado 17 los hermanos Muñoz dieron
un concierto en el Teatro Río de Ibi. A
solas. Con dos guitarras y mucho juego llenaron la sala. Dos horas de
palmeo y pataleo desde las butacas, con la incertidumbre de subir a cantar con
ellos. Tras quince años de música, siguen trayendo algo nuevo: asolando a la
crisis.
Unos “bosques” (falsos, recuerdan) a un
lado, un bar (del que constantemente Alfonso les trae cervezas) al fondo, y
unas sábanas casi santas donde se proyecta una zarza ardiendo, al otro.
Buenafuente y Sabina están presentes. Dos amigos acompañan a otros dos. El
sonido es limpio. Puro. Desde la última fila se aprecia la intimidad de los
artistas que dicen sentirse a gusto en la ciudad donde los juguetes cobran
vida, ¿en forma de ovnis? «¿Qué hay más bonito que hacer un juguete?» ‒pregunta
David‒; «Jugar con él» ‒responde Jose‒.
Y así juegan: cambiando cómodamente de
escenario, interactuando con el público, improvisando con ellos una orquesta
brasileña. Conocen el camino ‒dicen‒. Y lo demuestran. El foco seleccionador se
fija en un niño, Nicolás. Este no debe beber cerveza, así que, empujado por
David, pide un “Nestil”. El teatro coreamos su nombre. Una chica también es
seleccionada para sentarse en el bar de los Estopa, y se acuerda de su hermana:
«Nosotros también somos inseparables». «No tenemos más sillas» ‒dice David,
desafinado, como su guitarra‒. Cuentan chistes entre canción y canción. Muchas
veces no se ríen más que ellos, quizá porque sus monólogos no llegan al final.
Jose es comedido. No se corta la coleta. David se pasa de la raja de una falda. Recuerda a esos que,
al beber, molestan. Pero es su forma de ser. No han cambiado. Y gustan.
Obviamente se echa de menos alguna
canción (como "La Primavera"), pero el solo hecho de sentarse y felicitar al Atleti por la Liga, tan
culés; los sitúa en una dimensión que les ha dado el éxito. Pese a defender a
los que madrugan para trabajar, ellos no tienen reparos en mancillar esas
sábanas ‒con las que nos han vuelto locos, al caer la luna‒ con publicidad de
marcas que no habían pagado los treinta euros de la entrada.
Estopa, a solas, asolas.
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